Columna "Come y calla" de Felipe Espinosa: Eternidad

Es un tanto extraño y descoloca al mismo tiempo, los caminos de la vida y la muerte se cruzan sin dar muchas explicaciones provocando caos, confusión y pérdidas.

El tema de los centros comerciales y sus plazas de restaurantes son un caso de estudio profundo en la fauna económica de la gastronomía, el impensado éxito con un alto nivel de inversión que se cree asegurado sólo por el flujo de gente exhibido en épocas altas y fines de semana, eso de creer que con sólo abrir la puerta entrarán los clientes y gastarán todo su dinero. No sé en qué minuto la cosa se puso color de hormiga.

Hay quienes no les gusta ir a comer a un mall por colocar a todos sus restaurantes en el mismo saco, hay quienes adoran visitarlos porque encuentran de todo y siempre hay una mesa disponible, están los hambrientos que comeremos donde sea cuando el apetito lo indique y ésta fue una de esas ocasiones.

Tratando de encontrar un restaurante de pastas nos encontramos con otro. Está bien eso de que las remodelaciones son rápidas, pero nunca tanto. Creo haberlo visto todo, me sorprendió, donde otro sobrevivió por bastantes años hoy una nueva trattoría se instala, tiene nombre de mujer.

Rita es la versión mejorada de su antecesor, me sorprendió lo ágil y buena onda del servicio y como punta de lanza el rústico y enorme pan recién horneado que sirven en tabla de madera acompañado de un aromático aceite de oliva.

Fuimos directo a la pasta, así que en esta ocasión pedimos en dos formatos, larga y rellena, la primera acompañada de camarones y verduras salteadas, algo falto de salsa, pues no se percibía jugosa y entretenida.

La segunda, extraordinaria, la verdad que si le vas a poner a un plato el nombre de la casa debe ser bueno y en este sentido no hubo equivocaciones.

Rita se llama el agnolotti que pidió mi mujer y quedamos gratamente sorprendidos, pasta verde de espinacas rellena de ricota y almendras suavemente salteados en mantequilla de centolla, un tremendo acierto de la cocina hacia sus comensales.

De repente pienso en que cada lugar merece su propia historia, pero se define una nueva cada vez que se cambia de actor.

En definitiva, el cambio de actores no cambió el recetario, no cambió la ubicación geográfica, pero sí cambió el ímpetu, la gracia y el estilo.

No basta sólo con querer ser parte de una plaza de comidas, hay que querer ser protagonista y perdurar en el tiempo, pensando el cómo, cuándo y el porqué, dudas existenciales de pobre calibre, pero que en el largo plazo cuentan demasiado.

Esperemos que este nuevo restaurante italiano crea más en la pasta y menos en las tortas.

Las opiniones expresadas aquí no son responsabilidad de Publimetro

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