Columna de libros: “Operación Betulio” de Luis Valenzuela Prado

En 2008 Luis Valenzuela Prado publicó Jueves, una novela breve en que tres amigos están siempre al borde de una celebración. El espacio es cerrado, están siempre en el interior de un departamento, que es una suerte de lugar seguro. Pero, ¿qué pasa si esa zona de seguridad es quebrantada? Operación Betulio nos habla un poco de eso. Se trata de una continuación de Jueves y es, como se anuncia en el propio libro, la segunda parte de una tetralogía en la que su autor trabaja y que lleva por nombre precisamente La celebración. Si la primera novela nos mostraba a tres amigos, Valenzuela, Fresno y Betulio –de los cuales el primero era el narrador-, esta vuelve sobre esos personajes, pero con una variación. Betulio, quien es boliviano, ha salido temporalmente de sus vidas porque ha viajado a su tierra natal a buscar ciertas pertenencias que echa en falta. Sus dos amigos temen que haya decidido quedarse allá y concluyen que hay que ir a buscarlo, así Fresno toma la narración del texto porque es él quien inicia el viaje hacia Bolivia.

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Llama la atención esa aparente oposición entre el encierro de la primera novela y el viaje en carretera de la segunda. Pero la verdad es que Fresno no es capaz de salir del encierro el que ahora se configura al interior de un camión. Nuevamente se ponen en tensión e interacción tres personajes: Fresno, Julia –quien por motivos que no aclaran bien se ha compartido en su compañera de viajes- y Maturana, el chofer del camión que los lleva. Ellos no son amigos, por lo cual las relaciones en las que trabaja el autor en esta segunda novela presentan incomodidades, roces, quiebres. Si antes había confianza, ahora hay que actuar con cuidado, lo que deja en evidencia que Fresno no es un ser sociable, teme todo el rato decir algo que provoque que el camionero lo deje botado en medio de la carretera, lo que no evita que continuamente diga cosas que debió callar. Es una preocupación constante, como cada vez que es interpelado por algún otro personaje, su primer impulso es contestar algo como “Y qué te importa”, ante lo cual siempre piensa “no soy tan frontal” y termina diciendo “Difícil pregunta”. Tal vez el problema de Fresno es que todo el tiempo trata de reproducir el tipo de relación que ha construido con sus dos amigos o de establecer esa amistad como vara de lo demás, probablemente porque esa es la única manera que conoce de interactuar: “El silencio diluye cualquier aspereza incipiente. Pasan unos segundos y lo rompo. No todas las relaciones humanas resisten lo que con Betulio y Valenzuela llamamos los silencios incómodos, que como compañeros de vida, sabemos sobrellevar con talento. Ese estado de comunicación silente que no requiere de pirotecnia discursiva” (58).

Operación Betulio mantiene algunos nexos con su antecesora: la narración en primera persona, el paso de las horas –y los minutos- bien marcados; pero no es una repetición. El autor logra, en primer lugar, encontrar una voz distinta para el nuevo narrador; la elección del camión nos muestra una dialéctica entre permanencia (por el encierro) y desplazamiento; y da cuenta también de otra forma de celebración. Es un texto ágil no por lo breve, sino por una narración activa, en que las voces de los otros personajes irrumpen y nos muestran no solo un monólogo encerrado en sí mismo, sino una especie de diálogo, a tal punto que me lleva a pensar que no importa el encierro –en un departamento, en una cabina de camión, en uno mismo- porque siempre hay voces que se cuelan. En este caso esas interacciones son las que nos llevan a conocer mejor a Fresno, como en la primera novela se conoce a Valenzuela. ¿Conoceremos de esa manera a Betulio?

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Valenzuela Prado, Luis. Operación Betulio. Santiago: Libros La Calabaza del Diablo, 2013. 

Algunos datos: Jueves fue reeditada el año pasado por La Calabaza del Diablo, así que es realmente recomendable lanzarse en la lectura de las dos novelas.

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