Columna del sacerdote Hugo Tagle: "Bajo las cenizas"

Las dos tragedias que ensombrecen y enlutan a nuestra patria, el terremoto en el Norte y el incendio de Valparaíso, dejan en evidencia la pobreza oculta tras construcciones de tabiquería de yeso prensado y cajas de cartón.

Lo del incendio fue una crónica anunciada. Valparaíso es candidata segura a sufrirlos debido a su particular geografía. Ya antes de la llegada de los españoles a la zona costera, ésta fue habitada por los changos, pueblo pescador que se trasladaba en balsas de cuero de lobo para la pesca. El sector que se extiende hacia la Punta Duprat, donde se encuentra el Molo de Abrigo, era conocido como Alimapu (‘tierra arrasada por el fuego’) ¿Las razones? Las fuertes ventoleras, altas temperaturas y humedad del aire. El famoso 30/30/30 en la jerga bomberil se vive desde antes de la conquista. Y los changos no disponían de los avanzados artilugios de medición con que contamos hoy. Ahí, hacia ese lugar, nos permitimos crecer como puerto principal.

Sebastián Gray, del Colegio de Arquitectos, señaló a un portal periodístico: “El incendio es resultado de una completa irresponsabilidad que se ha ido acumulando con el paso de los años”. En efecto, la negligencia, la falta de voluntad política para hacer los ajustes y tomar medidas tan obvias como urgentes, transformaron a la zona incendiada en un polvorín siempre a punto de estallar. Hasta que reventó. Cedimos a la tentación de una floja y mala planificación urbana, a los cantos de sirena de un crecimiento rápido pero desordenado. La culpa no es de quienes poblaron esos cerros. “Los pobres no elegimos donde vivir” fue la respuesta de una mujer ante la pregunta de un periodista radial de por qué vivía en un lugar tan peligroso.

No, los pobres no son los culpables. El resto de la sociedad, que contemplamos el incendio en HD por los medios de comunicación somos los culpables de que situaciones indignantes se perpetúen. Hemos jugado a la política de la avestruz mucho tiempo. Es hora de tomar el toro por las astas y abordar el tema de la extrema pobreza, esa misma encubierta en mejoras de acrílico y alimentada con todo tipo de artefactos eléctricos para engañarnos con la idea de que estamos a un paso del desarrollo.

Acabar con estos campamentos vergonzosos no es caridad o filantropía. Es inteligencia. Ganaríamos todos. Aprovechemos esta tragedia para rediseñar la ciudad portuaria; pensar, por fin, en una ciudad-puerto decente, donde la gente viva feliz, se pueda trabajar tranquilo y se posibilite su desarrollo integral.

Hemos aprendido a punta de costalazos, pero saldremos adelante. Y mis agradecimientos y aplausos a Bomberos de Chile, que se ha entregado en forma admirable. Un ejemplo de dedicación, generosidad y valentía. Que estos días santos nos permitan reflexionar sobre el Chile que queremos ¡Qué Dios bendiga a Valparaíso!

Tags

Lo Último


Te recomendamos