Jean Masoliver: "Libertad de enseñanza o la doma ideológica"

           
¿Alguien podría negar que el progreso intelectual es producto de la creatividad de los individuos? Son los individuos los que, mediante el libre intercambio de ideas, logran aportar al acervo científico, cultural y social nuevos paradigmas ­y nuevos frentes de estudio que no se hubieran desarrollado si no fuera por la libertad de enseñanza.

La libertad de enseñanza permitió que Sócrates provocara el gran avance filosófico que significó su escuela. Si en la Grecia antigua hubiera existido un Estado que homogeneizara la educación, Sócrates habría sido probablemente un profesor de Estado, gobernado completamente por el currículum, enseñando a los jóvenes el panteón antes que el logos. Quizás Sócrates no hubiera muerto de esa forma, pero el letargo filosófico hubiera sido espantoso.

Cuando se ponen trabas a la libertad de enseñanza lo que se está haciendo a mediano y largo plazo es afectar gravemente el progreso intelectual, pero también a la ciudadanía, que al imponérsele estándares que le impiden desarrollarse de manera espontánea, no tarda en caer en el letargo y la apatía general.

Vetar una opinión en la esfera pública puede significar el riesgo de que esa opinión sea justamente la correcta. Y aun si fuera falsa estaríamos más cerca de lo correcto por negación, a través del descarte de teorías mediante contraejemplos, mediante la experiencia. Esto, porque el ser humano no puede conocer todo, por lo que es difícil establecer enunciados universales.

Por muchos millones de cisnes blancos que se hayan visto, no es posible señalar que todos los cisnes sean blancos. Creer que una opinión es correcta, vetando otras, corre el riesgo de establecer como correcto algo que no lo es.

Imagínese a la Inquisición. ¿Cuántas nuevas ideas en el campo del saber fueron perseguidas injustamente porque iban en contra de la doctrina dominante de aquel tiempo? ¿Cuántos Galileos perdimos por esta funesta institución? No vaya a ser el Estado docente otra nueva Inquisición.

Bajo el monopolio estatal absoluto de la educación, a un gobierno (sólo obsérvese la realidad internacional de algunos países) se le puede ocurrir que existe una única verdad oficial, o que todos deben amar al líder de ese país. La escuela pública se verá transformada en un instrumento de adoctrinamiento, y no un lugar para ejercitar el pensamiento crítico y libre.

Las personas terminarían convertidas en feligreses y no en libre pensadores. Sin libertad de enseñanza, ¿dónde educar a los hijos si no se piensa como el gobierno de turno? Observemos cómo los jóvenes son adoctrinados en Cuba con la figura del Che, en Venezuela, con la imagen de Chávez; en Corea del Norte, con el mito de Kim Il-Sun. En la Unión Soviética, todo lo que fuera burgués se quemaba. No había espacio de creatividad artística, con excepciones muy puntuales: Shostakóvich, Gorki, Eisenstein, los cuales tenían la venia del Partido.

En materia educacional, la igualdad vía Estado docente que pregonan algunos, podría llevarnos a un proceso de adoctrinamiento susceptible al gobierno de turno. Aquellos que defienden el fin de la educación privada, confunden la necesidad de mejorar la educación pública con el establecimiento de un proceso de homogenización de conciencias a todo nivel (véase por ejemplo el desempeño discursivo de la FECh respecto a la educación pública, o la analogía ―no metáfora, como él dice― de la retroexcavadora del senador Quintana).

Con ello están contrariando  el hecho de que cada persona es única. Cada individuo es un fin en sí mismo, pues el pensamiento —espacio de indefectible individualidad (nadie puede pensar colectivamente) — debe ser libre. Y debe haber garantías para esa libertad.

Por eso, nuestras opciones de vida pueden ser distintas, y naturalmente necesitamos un sistema educativo que vaya en línea con la diversidad de planes de vida que existen en nuestro país, respetando la libertad de pensamiento.

Aquellos que hablan de la importancia de la educación pública fallan en creer que el currículum pétreo propio de la misma es factor de progreso. Es importante que se piense distinto para poder enfrentar ideas y avanzar. Cuando no hay libertad de enseñanza, no hay libertad de pensamiento.

Por eso, es grave que en Chile haya quienes siguen la doctrina de la “verdad oficial” en cuanto a las escuelas públicas. Puedo asegurar que ellos están más preocupados de que las personas piensen como dicte el gobierno (o el líder, o la revolución, o el mito que ellos quieran fundar), que por ellas mismas. A modo de corolario, en un sistema educativo (y en cualquier otro que se precie de libre) siempre tiene que haber la posibilidad de pensar de manera contraria. Quienes se oponen a eso, se arrogan una facultad que nadie puede tener, salvo el individuo: pensar lo que es mejor para cada uno.

 

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