Juan Diego Santa Cruz: "Agua y Aceite"

El desorden y mal manejo político del Gobierno es cada vez más evidente. En Chile tenemos un sistema excesivamente presidencialista y cuando el liderazgo del Presidente falla es muy difícil salir bien parado, menos aún lograr reformas profundas como las que se pretenden. “El presidencialismo exacerbado se encuentra en proceso de agotamiento. El presidencialismo norteamericano que influyó en el nuestro, está dotado de contrapesos. En Chile no existen esos contrapesos. La centralidad de ese poder presidencial, cuando se debilita, repercute en todo el sistema. Por eso se requiere descentralizar y democratizar más el poder.” ( La última frase el del acuerdo RN-DC de hace 2 años. ¿Se habrán olvidado? ¿Por qué será?)

El desbarajuste que vemos hoy es producto de un conglomerado político que se une detrás de  una figura popular, que puede ganar elecciones, pero que es incapaz de  liderar un grupo que intenta incluir posturas tan diversas que son por esencia incompatibles. Pactar sólo por acceder al poder resultó mala receta. Hoy el presidente de la Democracia Cristiana, Ignacio Walker dice que “falta un marco conceptual ordenador, un mejor diseño en torno a los objetivos de la reforma y cuáles son las prioridades”, lo dice por la reforma educacional, pero lo podría decir por todas, para empezar por la reforma tributaria. Hoy también Camila Vallejo escribió “nos hemos encontrado con la oposición política y económica de la derecha, así como también del sector más conservador de la Nueva Mayoría, perteneciente al núcleo de la antigua Concertación, quienes en vez de desarrollar un argumento crítico han preferido emplear la desinformación, la mentira y la desconfianza, con el sólo fin de infundir miedo al cambio.”  Así no más, mentirosos.

Y la conducción política se ve débil, al menos confusa. El ministro Elizalde que más que vocero parece comentarista de la realidad nacional no conduce políticamente y el ministro Peñailillo tendría que ser un genio de la política mundial para balancear intereses tan distintos dentro de una misma coalición. Ni que fuera peronista. Y claro, también hay guinda de la torta. La ministra Ximena Rincón se encarga de poner el tema presidencial en la agenda. Curioso. Suele ser la oposición la que pone el tema.

Sin embargo el gobierno mantiene su habilidad para comunicar que los déficits políticos que sufre son exclusivamente de los ministros, aunque cuentan con la ayuda de al menos dos de ellos: Eyzaguirre y Arenas. El zapato chino de la reforma educacional es liderado por un ministro que comete error tras error, al ocupar casi con pinzas las peores analogías y conceptos. Lo obligan a mentir y retroceder de su propuesta de cuatro años de gratuidad. Debe tener cuidado porque contradice al programa de gobierno. No importa que pronto serán evidentes las contradicciones con el mundo real, y no habrá plata para pagar gratuidad universal de la educación superior con la recaudación que logrará una reforma tributaria mal parida. Arenas llevó adelante un arreglo malo a una reforma desastrosa para Chile y se dio el lujo de usar y abusar de la Cámara de Diputados. Y lo hizo sabiendo que debe volver a ese mismo lugar a buscar los votos para aprobar finalmente la reforma. Hay diputados heridos de la Nueva Mayoría. Está por verse que precio tendrá el desprecio del ministro.

La presidenta Bachelet sigue blindada, o de teflón si prefiere, y no se ve su liderazgo en el horizonte, tal ves porque el liderazgo se construye tomando decisiones difíciles, a veces impopulares.

Parece que alguien encendió las alarmas. Está vez el desorden de la Nueva Mayoría le vino bien a Bachelet y le dio una escusa para suspender su viaje a la cumbre del Mercosur en Caracas. No se engañe, Bachelet no viajó a Venezuela porque no quiso arriesgar ni un ápice de su capital juntándose con la oposición a Maduro. Con la escusa de un comité político ampliado se quedó a intentar poner orden. Veremos si logra juntar el agua con el aceite.
 

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