Los mejores esfuerzos en materia de educación se deben colocar en los primeros años de escolaridad. Estaremos de acuerdo en que los primeros años de aprendizaje son clave para el desarrollo de una persona. Dinero invertido en esa primera etapa de vida es peso bien aprovechado, generalmente. Y coloco de inmediato un signo de interrogación, ya que habrá que ver cómo se invierten esos nuevos fondos públicos, dado que la propuesta de reforma educacional aún no es del todo conocida. Pero al menos estaremos de acuerdo en que se deben focalizar los mejores esfuerzos en mejorar sustantivamente la educación que reciben los chilenos en los primeros años de vida. Luego, habrá que buscar un apoyo gradual, sustentable, y de acuerdo a las posibilidades reales del país, para lograr la anhelada gratuidad total del sistema educacional. No creo en la gratuidad total de la educación superior. Pero bueno, si somos millonarios y sobran las lucas, bienvenida sea.
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Ojalá que la educación pública en Chile llegue a ser tan buena, que la educación privada tenga serios problemas de subsistencia; que deba ofrecer algo aún mejor para captar alumnos. De hecho, el mejor signo de la mejor calidad de la educación pública vendrá de los mismos que la quieren mejorar: cambiando sus hijos a los colegios públicos. La reforma comienza por el buen ejemplo.
Algunas sugerencias en ese sentido. Lo primero, pagar mejor a los profesores. Mejores sueldos a los docentes redundará rápidamente en una mejor calidad ya que eso estimulará a mejores estudiantes a dedicarse a enseñar. Junto con eso, ser más selectivos en las carreras de pedagogía. Colocar mayores exigencias. También habrá que involucrar más a los padres y apoderados. La mejor educación es producto de un combinado entre lo que se recibe en la casa y lo que se aprende en el colegio. De hecho, la mejor “educación gratis” es el buen ejemplo, los hábitos que se adquieren en la familia. Sin este involucramiento, difícilmente tendremos mejor educación.
Hay un punto peligroso en esto de sembrar expectativas: el sistema educacional no puede ni debe suplir lo que el alumno puede y debe recibir en su entorno inmediato. Hábitos y costumbres positivas como respeto, solidaridad, disciplina, higiene, honradez, etc., son recibidos y adquiridos en buena medida en la casa. El impacto real de los buenos hábitos transmitidos por el colegio es menor al que equivocadamente se supone.
Habrá que focalizarse en los alumnos más vulnerables. “Si seguimos entregándoles a todos lo mismo, hay unos que van a quedar más atrás,  y esos necesitan más que los que están más adelante. Ése es el plan de fortalecimiento de la educación pública”, dice el secretario ejecutivo para la reforma educacional. En efecto, atender a los que se encuentran en los márgenes de la sociedad y mejorar el conjunto y dar a quienes más necesitan, una mejor atención.
El domingo es el Día del Niño. Lo mejor para ellos. Es nuestro futuro. Apostemos por una mejor educación, gratuita y de calidad.
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