Columna de Felipe Espinosa: Híbrido

El mestizaje es una palabra honrosa, de peso histórico, tiene valor agregado aunque los puritanos se escandalicen y revuelquen en sus tumbas.
América es una palmeta infinita de razas, nacionalidades y colores, somos el nuevo mundo y como tal han venido todos a conocernos, a conquistarnos, a mezclarse con la sangre indígena que fama tiene de sobra.

Normalmente las ofertas gastronómicas están abanderadas con una nacionalidad, son pocos los que trabajan en base a una cultura, a un pueblo o una religión, lo típico es que la gastronomía tenga límites regionales y colores de naciones.

Con el Perú pasa algo especial, sus culturas de inmigrantes se funden y derivan a cocinas evidentes, está el caso de la comida Nikkei que mezcla lo criollo con lo japonés, y quienes comen chifa saben saborear tópicos peruanos con una obvia influencia desde China.

Hace poco salimos de copas con una pareja de amigos, y entre los cuatro nos disputamos la elección del restaurante, dos dijeron peruano, uno pastas y yo pizza, rebuscando alternativas clásicas y súper archiconocidas por el grupo, afortunadamente nos encontramos con Módena, un pequeño y acogedor local inspirado en una de las cocinas más antiguas del mundo colocándole toques incaicos.

Módena tiene como declaración de principios: la cocina italo-peruana, son diestros en las pizzas, las pastas con una marcada fusión venida del Perú. En la discusión de qué cosa comeríamos nos sentimos a gusto pues todos encontramos una alternativa a nuestros deseos originales, para comenzar entre jugos y cervezas nos deleitamos con un platazo de ostiones gratinados, fueron el abreboca perfecto para la artillería que se venía. La futura madre, a quien celebrábamos, pidió el pescado del día, alternativa de salmón con puré de arvejas. Probamos, y digo probamos porque me comí un buen trozo, una plateada en su jugo con ñoquis de papa entre su caldo, sabrosa enjundia de rica textura. La pasta brilló con los papardeles que se servían revueltos con mariscos surtidos en salsa de ají amarillo. Para mí, la pizza, tienen una variedad interesante de guarniciones, pero como casi siempre lo hago pedí la margarita, masa fina de crujiente sonido con buen queso, tomatitos y albahaca fresca.

Una botella de vino nos acompaña en la velada la cual rematamos con un postre para cucharear, el brownie con helado se hizo poco pero el café fue más, tienen cápsulas y nos dieron para degustar algunas, muy amables en el servicio, hospitalarios, simpáticos y con alegre karma. No crean que encontrarán ají de gallina ni lomo salteado pero casi todas sus preparaciones rescatan alguna técnica o ingrediente del soleado Perú. Me quedo con que fue una gran noche, una gran cena, conseguimos la intimidad necesaria para reencontrarnos en la amistad.

 

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