Columna de libros: “Autoayuda” de Matías Correa

La portada de Autoayuda de Matías Correa me hizo pensar, desde un primer minuto, en la serie The Last Supper de Damien Hirst, el artista inglés de los animales en formol. Las obras de Hirst son trece impresiones, en que el artista desmenuza una cena convirtiéndola en etiquetas de medicinas, con nombres como “Salad” y “Steak and Kidney”, en que se nos indica el nombre técnico, cuántas tabletas contiene y el nombre del laboratorio: HirstDamien. Se trata de una cena muy higiénica, aséptica: la comida convertida en una receta de aspecto clínico y minimalista. Por otro lado, está la palabra “autoayuda”, una vilipendiada, aunque muy rentable, vertiente escritural que llena anaqueles de librerías. ¿Cómo se conectan estos dos aspectos en el libro de Matías Correa? Veamos primero de qué se trata. Es una narración hecha en primera persona por Mena, un abogado treintañero, un hombre que más que estar contento con su vida, está acostumbrado a ella. Probablemente es por eso que la desaparición de su esposa, una mujer a la que apenas parece soportar, causa estragos a tal nivel que Mena decide recluirse en su departamento para solo comer, beber y drogarse. Digo que su esposa desaparece porque ese es el eufemismo que Mena utiliza: ella nunca regresa a casa después de un fin de semana en la playa y él, además de llamar a un par de personas para tantear el terreno y llamarla a un celular que ella nunca contesta, no la busca: no asume ni un abandono ni una tragedia, prefiere la indeterminación.

Entonces una se pregunta cuál es la tragedia de Mena, porque es un tipo totalmente centrado en sí mismo: ¿lamenta que su esposa ya no esté?, ¿la extraña?, ¿la ama siquiera? Esas preguntas no necesitan responderse. Correa realiza un relato inteligente y ágil al posicionarse en la voz de este hombre que, a pesar de todo, lograr generar una cierta empatía en el lector, porque si no sería impensable aguantarlo. Pensemos que él, incluso luego de conocer a su vecino con la cara destrozada por un accidente/intento de suicidio, sigue lamentándose de su vida vacía, del abandono, de la falta de éxito. Su vecino, quien se reconvirtió en artista/escritor de libros de autoayuda, apenas soporta también ese continuo lloriqueo y decide presionarlo para que haga algo. El plan es simplemente que vaya al psicólogo, pero Mena quiere un libro de autoayuda personal, solo para él, lo que devendrá en remecer un poco –pero solo un poco- a este Mena tan duro de cabeza, que luego de limpiarse a él y su departamento y volver a ejercitarse, sigue enfrascado en la inacción: no tiene intenciones de hacer nada por cambiar su vida; lo que nos lleva a la crítica a la autoayuda: todas las proposiciones sin sentido para que Mena volviera a tomar las riendas de su vida –si es que alguna vez las tomó- chocan contra la completa falta de un futuro.

Al elegir la propia voz de Mena para narrarnos su historia –de hecho, varias veces el narrador nos interpela-, Correa evita las críticas paternalistas u obvias; no encontraremos sentencias ni juicios; aunque no por eso el texto es menos ácido. Mena se expone solo: la elección de las palabras, el recuerdo de su vida en pareja, su desinterés, lo van dibujando página a página. No se trata, tampoco, de un personaje estático, sino que vemos sus sube-y-baja de los que él es apenas consciente. Entonces recuerdo de nuevo el cínico arte de Damien Hirst y pienso que esas obras bien podrían haber estado colgadas en su departamento, aunque -en realidad y peor- sus paredes están vacías, un poco como él: descreído, que quiere curarse de algo que no tiene a través de un método totalmente superficial; podrá tatuarse epigramas en la nuca, pero nada logra traspasarlo; es como la cena en tabletas, la experiencia de este personaje es no tener experiencias o no dejar que la experiencia lo traspase. Para eso, Correa utiliza una prosa ágil, bastante limpia, en que prefiere el fragmento antes que el detalle; por cuanto el estilo ayuda a construir ese mundo del cual Mena no tiene escapatoria.

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Correa, Matías. Autoayuda. Santiago: Chancacazo Publicaciones, 2014.

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