Nicki Minaj. Kim Kardashian. Beyoncé. Todas con una voluptuosa fisonomía que está dando paso a una tendencia que cada vez más es aceptada en el mundo y en el sistema de la moda: el trasero voluminoso. Símbolo de “vulgaridad” para muchos y de exuberancia para otros; se toma a pasos agigantados los medios y también los estándares de belleza en general.
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Pero quizás la que abrió el camino para todas fue Jennifer López, quien junto a a Iggy Azalea estrena una oda a esa parte del cuerpo que durante mucho tiempo le criticaron. No era para menos: en los años 90 todavía se imponía el modelo de cuerpo de la chica ‘grunge’ ultra delgada que popularizó Kate Moss en 1992. Las divas del momento obedecían a estos estándares. Desde Madonna hasta Alanis Morrisette, ninguna tenía una sola curva para destacar.
Así siguió la tendencia, hasta que en la primera década del siglo se popularizaron divas como Rihanna y Beyoncé. Luego, Kim Kardashian mostró la estética de muchas mujeres que estaban muy lejos de ser como esos maniquíes del estándar europeo que mostraban las revistas como Vogue. Hasta que el año pasado salió en la portada de la misma publicación.
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De ahí en adelante, la exuberancia como ideal de belleza ganó terreno: Shakira lo hizo con sus caderas, Sofía Vergara con sus pechos y Eva Longoria marcó la sensualidad en ‘Desperate Housewives’. Y ese modelo de cuerpo con curvas, que solo obedecía a un estereotipo, se ha tomado lentamente la moda (los jeans colombianos o lo que venden Kim Kardashian y Sofía Vergara representan cifras astronómicas) y también los medios.
Por eso ya no es un pecado tener un gran trasero. Quizá, en estos tiempos, no tenerlo sí lo sea.