Columna de Juan Manuel Astorga: Por qué Evo sigue ganando

Aunque la figura del presidente boliviano, Evo Morales, resulta controversial para un cierto porcentaje de chilenos, es muy probable que el origen de esa antipatía se deba a la posición que el gobernante ha asumido en su persistente demanda de una salida soberana al mar para esa nación altiplánica. Sin embargo, habrá que reconocer también que existe mucho de prejuicio y harto de desconocimiento en Chile sobre la figura del mandatario, quien ayer obtuvo la reelección.

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Con resultados aún parciales, pero que confirman una tendencia irrevocable, Evo Morales se alzó con el 60% de los votos promedio, superando a sus principales contrincantes.

Morales gobierna el país desde el 2006, por lo que se convirtió ayer en el jefe de estado latinoamericano vivo con más años en el poder. Estará al mando de Bolivia hasta el 2020, cumpliendo entonces 14 años como dignatario. Probablemente aquí figure la más evidente controversia para el presidente de Bolivia. Evo estaba optando a una segunda reelección. Pese a que la Constitución de 2009 autoriza una sola, y su victoria ese mismo año es considerada por algunos como una reelección, él tiene otra interpretación: como convocó a elecciones anticipadas en 2009, nunca terminó oficialmente su primer período.

¿Por qué Evo tiene tanto arrastre? Hay varios logros que avalan su gestión. El primero y más notorio es haber conseguido la inclusión de una parte de la sociedad, aquella más pobre o de rasgos indígenas –casi siempre los mismos, por lo demás-, que no accedía a trabajos bien remunerados o eran discriminados en colegios, comercios y medios de prensa. A diferencia de lo que ocurría en 2005, hoy en Bolivia es muy común que los apellidos más típicos de la clase humilde aparezcan entre los ministros, alcaldes o incluso algunos ejecutivos. Sólo como ejemplo, una ley prohíbe que restoranes, bares, discotecas y comercio impidan el ingreso de alguien por su aspecto, ropa, color de piel o apellido. A pesar de que ha costado que esa misma apertura se dé en algunas organizaciones todavía muy elitistas, excluyentes y hasta racistas de la sociedad boliviana, como las Fuerzas Armadas, el cambio no tiene vuelta atrás. Para un presidente campesino cocalero, sin formación académica y con un pasado sindicalista, este siempre fue su principal desafío.

La transformación de esta sociedad de casi 10 millones de habitantes hacia una con mayor aceptación cultural vino de la mano de otro cambio, igualmente relevante. Una de las principales medidas que adoptó el mandatario boliviano en su primer período fue recuperar para el Estado las materias primas y los hidrocarburos, especialmente el gas. Sus altos precios internacionales incrementaron los ingresos por exportaciones, que pasaron en una década de US$2.000 millones a US$10.000 millones. Además, Bolivia nunca antes había tenido tantas reservas internacionales como las de que dispone hoy, cercanas a los US$15.000 millones.

Durante su campaña, Morales planteó su intención de ubicar a Bolivia como centro energético de la región en los próximos cinco años. Junto a Perú, pretende instalar sistemas para dar energía eléctrica a comunidades dispersas. La idea solucionaría un gran problema para Bolivia, donde se estima que hay 500 mil hogares que no tienen luz y que no han podido ser atendidos a causa de la dispersión y la lejanía.

Además del gas, Bolivia tiene -junto a Chile y Argentina-, una de las mayores reservas de litio. La Paz ya está proyectando producir material para baterías de celulares, computadores, e incluso automóviles, y tiene en la mira al continente asiático.

La nacionalización de los hidrocarburos no fue bien mirada por muchos economistas neoliberales en el mundo, pero en Bolivia, casi todos apoyaron la medida y nadie se atrevería a dar pie atrás.

Gracias a esa decisión, la economía creció, el empleo es casi pleno en todo el país y millones de bolivianos pobres se incorporaron a la clase media. En 2005 casi 60% de la población vivía en la pobreza. Hoy la cifra es cercana al 40%. La pobreza extrema se redujo en un 15% y sigue a la baja. Para tener una idea, desde el 2006, Bolivia ha crecido a un ritmo anual promedio del 5%. Según el Fondo Monetario Internacional, su proyección de aumento del Producto Interno Bruto (PIB) es del 5,5% para este año, lo que transformará a Bolivia en el país con mayor desempeño económico de Sudamérica.

Los opositores a Evo Morales argumentan que el éxito económico no es suyo, sino que gracias al alto precio de los commodities y las políticas de libre Mercado de la década del 90. De hecho, lo acusan de tener un discurso de izquierda, pero una política pragmática más cercana a la derecha. Dicen que ha cedido a los intereses empresariales, en especial en el departamento de Santa Cruz, el motor económico del país, y donde nunca antes había logrado obtener un triunfo electoral.

Santa Cruz concentra el 29% de la actividad empresarial y el año pasado contribuyó al 28,1% del PIB. Su capital, Santa Cruz de la Sierra, con un millón 454 mil habitantes, es la más poblada del país y es la decimocuarta ciudad del mundo con mayor crecimiento. Cuando Morales llegó al Palacio Quemado en 2005, obtuvo allí el 33% de los votos. En las elecciones del 2009, subió al el 41%. Aunque los resultados son parciales al cierre de esta edición, todo indica que ayer superó por lejos ese margen y habría ganado por primera vez en esta zona.

La economía boliviana ha cambiado. De los 100 supermercados que había en 2006, hoy ya suman más de 400. Los malls, cadenas internacionales de comida rápida y salas de cine 3D también se multiplican. 

En los avatares propios del crecimiento económico, Bolivia no se salva de esos acomodos. En estos años aumentó el costo de la mano de obra. En 2005 el sueldo mínimo era de US$65 y hoy llega a US$210. Esto ha servido de argumento para que algunas empresas suban el precio de sus productos, lo que llevó a Morales a intervenir para frenar, por ejemplo, el aumento del precio de la Coca Cola, la bebida más popular en Bolivia, porque la empresa no tenía justificación para incrementarlo.

Hay otros cambios notorios en la era Morales. En 2008, la Unesco declaró a Bolivia un país libre de analfabetismo. Es también uno de los cinco países latinoamericanos con mejor paridad de género en política. Sin embargo, las mujeres siguen viviendo en un mundo rezagado dentro del país. La Organización Panamericana de la Salud ubica a Bolivia a la cabeza de la lista de 13 países del subcontinente con más casos de violencia física en su contra y es el segundo en cuanto a violencia sexual.

La delincuencia es otro de los problemas que el país no ha logrado subsanar. Aún cuando cuenta con una tasa de homicidios menor al promedio latinoamericano, de 12 por cada 100 mil habitantes frente a los 27 de Sudamérica, se mantienen los casos de linchamiento y aún figuran pueblos que hacen justicia por su propia mano contra los delincuentes. De hecho, entre las medidas más criticadas del segundo mandato de Evo está la decisión, en 2011, de implantar el voto universal para elegir a los jueces. La elección democrática de los magistrados no ha mejorado en nada la justicia y el 80% de los presos aún están pendientes de sentencia. Esa medida es una de las que el propio Morales se arrepiente.

A pesar del éxito económico, el nivel de industrialización boliviano apenas roza el 16% del PIB y su meta es llegar al 27% de aquí a 2025. Hay que considerar también que depender económicamente de las materias primas también es caldo de cultivo para conflictos sociales, por ejemplo, en el seno de comunidades mineras, sobre los beneficios económicos por encima del respeto al medio ambiente.

En lo estrictamente político, es también un desafío para la política boliviana que Morales pueda contar con una oposición que sea una alternativa que fortalezca la democracia. Así también, Bolivia requiere de una libertad de prensa genuina. Los medios son cada vez menos independientes, ya sea porque los maneja el gobierno o un puñado de empresas. Y de todos, este será seguramente el mayor de sus retos: demostrar que de un exitoso gobernante no pasará a convertirse en un caudillo que quiere eternizarse en el poder. Evo Morales ya ha dicho que esta será su última aventura electoral. Que el éxito no lo maree en esa promesa.

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