Columna del Padre Hugo Tagle: Familia, fuente de alegría

El acuerdo de vida en pareja (AVP) discutido hace unos días en el Parlamento abre desafíos nuevos para la sociedad en su conjunto. Tengo serias discrepancias en relación a la necesidad de la creación de una nueva forma de regulación entre las personas. Ya tenemos decenas de instituciones jurídicas que permiten regular las múltiples formas de convivencia, sin necesidad de buscar una suerte de homologación al matrimonio entre hombre y mujer, el único posible.

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Pero no me quiero detener en una figura que, como sea, constituirá una excepción. La inmensa mayoría de los chilenos seguirán casándose con personas del otro sexo y, la verdad, son las que debemos atender un poco más. 

Por lo mismo, este tema nos regala como sociedad la oportunidad de hablar un poco más de la familia y de fortalecerla decididamente. El matrimonio en Chile siempre se ha visto debilitado. Tenemos una de las tasas de matrimonio civil más bajas del mundo desarrollado. El promedio de duración no alcanza a los 7 años, vale decir, hay matrimonios que duran apenas un año, incluso sólo meses juntos. Han aumentado las convivencias, con los bemoles que eso implica: inestabilidad, incertidumbre, proyecto de largo plazo con signo de pregunta.

Sólo el matrimonio consciente, el vínculo firmado a firme, nos regala la certeza de poder planificar y ordenar la vida con proyección de largo aliento; permite planes perennes, sin un supuesto de caducidad que se encuentra de alguna forma implícito en una mera convivencia, “sin papeles” de por medio.

¿Qué pasa que los chilenos no se comprometen? Una pregunta que nos debemos hacer y atrevernos a hacer. Falta sinceridad, franqueza, claridad, ponerse los pantalones y atreverse a dar un “sí, sí o no, no”. Las medias tintas, las respuestas evasivas no conducen a nada. Quien está contento en esa situación debe preguntarse si el otro lo está también.

El matrimonio entre un hombre y una mujer seguirá siendo la base esencial de la estructura familiar. Podremos tener otros casos, a los que habrá que atender, pero no puede distraernos de la atención de la estructura familiar tradicional, que por la que opta la inmensa mayoría de los ciudadanos.

A todos nos conviene renovar el aprecio por el matrimonio. Es bueno casarse. Y hacerlo para toda la vida. Es la única forma de diseñar un proyecto de largo plazo, crecer en estabilidad y serenidad interior. Se le regala a los hijos estabilidad, seguridad y un apoyo efectivo.

Quienes crean en el matrimonio para toda la vida esfuércense en construir familias felices. No basta “empatar el tiempo”, o vivirlo con los dientes apretados. Donde hubo amor, se puede reencantar siempre, aunque parezca que a veces se apaga. Hay que amarse de verdad y buscar amarse. Ese será el mejor testimonio argumento convincente para renovar el aprecio por la vida matrimonial.

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