Columna de Copano: Horror, ébola y cognición: Chile en crisis

Estamos en una crisis gigantesca en Chile. Nadie se quiere hacer cargo de ella. Muchos se aprovechan y han visto una oportunidad para abusar de lo que se ha transformado en una notoria discapacidad de muchas personas. Otros tratan de hacer vista gorda, por vergüenza o corrección política. 

Personalmente creo que esto es lo que impedirá que alguna vez nuestros hijos vean un país desarrollado. Es alarmante y llegó la hora de hacernos cargo.

Para entender esto primero vamos a definir cognición. Cognición es la capacidad de un ser vivo para procesar información. La cognición nos permite aprender, razonar, tomar atención y resolver problemas. Nos ayuda a valorar los estímulos y el entorno y a no ser engañados. 

El domingo el Gobierno activó un protocolo correctamente por el asunto del ébola. Pero todo se vio empañado por esta crisis del proceso de la información, en el cual ninguno de los involucrados vistos en la televisión estuvo a la altura. 

El primero es el que habla por los parlantes del hospital Barros Luco. ¿Qué persona consciente evacua un hospital en altavoz avisando “posible caso de ébola” sin considerar el pánico que va a despertar en las personas presentes? ¿Cómo puede una institución actuar por intuición? ¿Cómo a esta altura del Siglo 21 alguien no va a pensar que esto va a terminar en un video subido a redes sociales?

Parece que alguien no procesa y encima, tiene poder. Porque los medios, en este caso, un parlante, son poder. Pregúntenle a Orson Welles. 

En el mismo video, las personas presentes en la sala, carentes de información se comienzan a tapar la boca como si hubiesen lanzado gas Sarín en el Metro. Yo no los acuso pero no me deja de llamar la atención. Me imagino qué pasaría si en un mall alguien avisara por altoparlante que está en una roca flotante en el espacio rodeando una bola de fuego: la angustia tendría a todos lanzándose por escaleras.

Cómo nadie se hace cargo del drama, el periodismo de turno de fin de semana recoge con afán de alarma más que de informar el guante de la manera menos elegante posible, frente a la ministra introduciendo en vivo el siguiente pedazo de texto: “aún a riesgo de hacer preguntas casi infantiles, pero es para que la gente entienda en la casa”. 

Primera: si yo estoy en la casa, no quiero que me traten como en el Discovery Kids. Quiero que me digan qué debo hacer y cómo sentirme seguro. Estoy sintonizando un noticiario. No Baby TV. Aviso. Un poco de respeto.

Para que este cuadro se complete la ministra sale con la siguiente frase, que confunde aún más las cosas, en algo que parece correcto si explicas algo tan simple como “hemos tomado una precaución y estaremos informando”. Pero todo se ha vuelto Macondo, y nadie piensa en el receptor de los mensajes, a los cuales se le ha dibujado como habitantes de Kidzania y declara: “Éste no es un caso de ébola, ni siquiera es un caso sospechoso. Sería sospechoso si viniera de Sierra Leona, un país donde hay un brote, pero por venir de África, de todas formas, lo hemos considerado como un probable caso sospechoso”.

Ninguno de los involucrados en este texto tiene mala intención. Saquemos esa sospecha de la ecuación. Pero honestamente algo falta. Algo falta y es hora de afrontarlo: tenemos quiebres en la forma en que se procesa la información. Eso contempla desde los tipos que arman un puente al revés en Valdivia, pasando por la enfermera practicante que mató a una persona por inyectarle insulina en vez de heparina en agosto de este año. 

El Simce la semana pasada develo que los niños chilenos tienen dificultades para opinar e informar de un suceso, con datos preocupantes: uno de cada cinco chicos llega al nivel esperado de coherencia, cohesión y comprensión del lenguaje, uno de cada 10 responde adecuadamente al área de desarrollo de ideas y vocabulario.

Esto ha construido una sociedad que reacciona desde lo visceral: si no comprende lo que lee se va a sentir obviamente amenazada. Y también de vuelta: una sociedad que si no se siente amenazada no va a tener conciencia del peligro. Un país donde se actúa desde la amenaza y no el diálogo ni la comprensión Y desde ahí todos somos responsables. 

Esto no lo va a solucionar la educación gratis. Lo va a solucionar un proyecto formado a largo plazo complementario a esa visión democratizadora. ¿Cuánto vamos a entregar cada uno de nosotros para poder mejorar esta situación? Esa es la pregunta del millón de ideas. 

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