Columna de Andrés Velasco: Desaceleración

A los economistas les gustan las imágenes automovilísticas. Suelen decir que una economía experimenta una desaceleración, sufre un frenazo, o derechamente choca y se hace pedazos. Un auto se desacelera cuando el conductor saca el pie del acelerador y el vehículo sigue avanzando, pero más lento. Eso es exactamente lo que ha ocurrido con la economía de Chile.

En la década pasada —exceptuando 2008-2009, los dos años de la crisis mundial—
la economía chilena se expandió en promedio 5,7 por ciento anual. Este año, por contraste, Chile va a crecer apenas 2 por ciento, y con suerte 3 por ciento el año 2015. Es decir, esta desaceleración casi califica de frenazo.

El gobierno dice que la culpa de la desaceleración la tiene la economía internacional. Algo de cierto tiene esa explicación, porque todos los países de América Latina, independientemente de las políticas económicas que aplican, están creciendo menos. Pero el factor externo no explica por qué la economía chilena es de las que más se han desacelerado no sólo en la región, sino que en el mundo.

Para entender la magnitud de nuestro problema sirve echar mano a otros dos conceptos: las expectativas y la incertidumbre. Cuando un emprendedor invierte, compromete su plata hoy para obtener un retorno en el futuro: dependiendo del tipo de inversión, en uno, tres, cinco o hasta diez años más.

Por eso resultan clave las expectativas. Hoy en Chile un emprendedor debe enfrentar un nuevo régimen tributario (que es complejo  y no muy amigable con la inversión). También se le ha dicho que viene un nuevo código laboral, un sistema educacional distinto y una nueva constitución. Es difícil tener certeza sobre el resultado final de esos cambios. Y por lo tanto no debe sorprender que ante tanta incertidumbre ese emprendedor (que además debe pagar la energía más cara del continente) espere un buen tiempo antes de concretar su próxima inversión.

Cuando la inversión se frena, las empresas compran menos maquinarias y construyen menos fábricas y tiendas, y por lo tanto contratan menos trabajadores para llevar a cabo esas labores. Ello empuja hacia abajo los salarios y aumenta el peligro del desempleo. Temiendo que tendrán menos plata en el bolsillo, las familias consumen menos, lo que a su vez reduce las ventas del comercio y desacelera aún más la economía. Ese es exactamente el ciclo que se ha dado en Chile.

Aún más que a las empresas, a las familias les afecta la incertidumbre. Frente al riesgo de perder la pega o de que el poder de compra de los sueldos se estanque, la mejor respuesta es la prudencia: mejor esperar que el ambiente se calme antes de hacer una gran compra, especialmente si requiere esa compra endeudarse. Para las familias que estaban considerando cambiar el auto o concretar el sueño de la casa propia, este no es necesariamente el mejor año (así lo entendió ya mucha gente, y por eso la caída en las ventas automotrices y los menores aumentos en los precios de las propiedades).

Entre tanta mala noticia sí hay una buena: para los que ya están endeudados, este es un buen momento para repactar deudas, reduciendo así la cuota mensual. En un esfuerzo por reactivar la economía, el Banco Central ha reducido las tasas de interés, que se encuentran en mínimos históricos. Una familia que compró su vivienda con un crédito hipotecario puede hoy pagarlo (quizá con un cargo de prepago), usando los recursos de un nuevo crédito con una menor tasa de interés. Lo mismo corre para quienes tienen deudas de consumo o de tarjetas de crédito.

¿Cuándo retomará Chile con fuerza el crecimiento? Es difícil predecirlo. Depende por un lado de factores que no controlamos, como el precio del cobre o del petróleo, que se fijan en mercados internacionales. También del ambiente político que prime en el país, y del diseño de las reformas que se pongan en práctica. Y depende, finalmente, del potencial de crecimiento de largo plazo de nuestra economía, que hace tiempo ya viene a la baja. Para crecer de modo sostenido, creando buenos trabajos con buenos sueldos, necesitamos mejor educación técnica, más innovación, más capacidad de adoptar y adaptar nuevas tecnologías, y una política activa de desarrollo productivo. Lamentablemente, ninguno de estos puntos es prioridad central del actual gobierno.

*Las opiniones expresadas aquí no son responsabilidad de Publimetro

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