Columna de Voces Católicas: "La sociedad de la desconfianza"

De las cosas que más añoro del antiguo transporte público es cuando una persona se subía a una micro llena por detrás. Para poder pagar, el pasajero mandaba su billete de $500 hacia adelante y los mismos pasajeros se encargaban de enviarlo mano a mano hasta el chofer, quien daba el boleto y el vuelto, que volvía nuevamente, de mano en mano, hasta el pasajero.

Un par de décadas después, ¿Dónde dejamos esa “confianza colectiva”? ¿Cuál es hoy el boleto de micro que corre de mano en mano? ¿Queda espacio para la confianza y la comunicación de verdad, en un mundo donde las conversaciones están dominadas por los 140 caracteres?

Los resultados de una de las últimas versiones de la Encuesta Bicentenario UC Adimark (2013) reflejan una importante pérdida en la confianza que los chilenos tenemos hacia las instituciones en Chile. Prácticamente nadie se salva.

Pero resulta tremendamente interesante ir al detalle que estos resultados muestran: la desconfianza se da: con los parlamentarios, pero no con el diputado por el que votaste (74% y 34%, respectivamente); con las instituciones financieras, pero no con tu banco personal (62% y 20%); con la Iglesia institucional, pero no con el sacerdote de tu parroquia (relación 43% y 22%); con las universidades, pero no con la universidad propia o de tu hijo  (31% y 7%). Entonces… ¿la desconfianza es hacia “la institución” pero no hacia las personas que la conforman? Algo no calza.

Me gusta pensar que es la cercanía la que genera empatía, vínculo, transparencia y verdad. Y es la sociedad de lejanía, del twitter y de la noticia rápida, la que nos ha hecho perder la confianza en “el sistema”. Nos llenamos de dichos sacados de contexto, de generalizaciones, y dibujamos así una sociedad caricaturizada, ideologizada, siempre dividida entre quienes se aprovechan del sistema y las víctimas de éste.

Esto no quiere decir que tengamos que confiar ingenuamente en todas las personas, sino que debemos valorar la confidencia que se construye desde cerca. El vínculo con el otro se fecundiza en lo doméstico, en el día a día y de manera horizontal. Pero dado a que muchas organizaciones han construido modelos de relación vertical, asimétricos y sofocantes, terminan por dinamitar toda posibilidad de colaboración mutua. ¿Están, pues, las instituciones excluidas de la esfera de la confianza? Creo que hay una vía alternativa.

Hay un tremendo desarrollo de iniciativas de la llamada “economía colaborativa” que plantea precisamente construir sociedades centradas en el intercambio y colaboración de persona a persona. Un sistema basado en relaciones de mutuo crecimiento. Y así, esta corriente ha generado una nueva generación de instituciones que aprovechan la energía y entusiasmo de sus propias redes de personas para crecer, poniendo el intercambio en sus manos. Y a pesar de la desconfianza imperante en Chile, muchos han tenido un crecimiento importante en los últimos años. Algunos ejemplos son “Cumplo” (personas invirtiendo a personas naturales), “LoHaría” (todo tipo de servicios por $5.000), “Arriendas” (arriendo de autos entre particulares) y finalmente “Poliglota” (práctica de idiomas en pubs y cafés), de la cual tengo la suerte de formar parte. Todos proyectos notables que están transformando la manera en la que compartimos la vida y ya están incluso influenciando la forma en la que las grandes empresas se relacionan con sus clientes.

La invitación, entonces, es a desarrollar un ecosistema colaborativo, donde podamos volver a tener fe en el otro. De hecho, etimológicamente confianza significa “con fe” (con-fides). Tomemos, pues, nuestra incredulidad como una oportunidad para el crecimiento, nuestras diferencias como riqueza en la diversidad y tengamos esperanza en que podamos construir un país compartido, transparente, diverso y horizontal. Un Chile en el que podamos volver a creer.

* Las opiniones aquí expresadas no son responsabilidad de Publimetro

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