Columna de Nicolás Copano: "Me robaron y no quiero matar a nadie"

El sábado a la noche, en una fiesta a mi novia le robaron su celular. Estábamos rodeados de gente de confianza, disfrutando alegremente, en un salón privado en el sector oriente de la capital. Ella se levantó a buscar un trago y yo fui al baño. Al retornar el equipo no estaba, generando preocupación y arruinando por tanto la noche.

Entre haciéndose el ofendido y el confundido, el mozo de pronto comenzo a moverse nerviosamente y a conversar con sus compañeros de trabajo. Me di cuenta de esto y esperé. En un momento se acercó y me dijo “voy a levantar la copa” como advirtiéndome que no sospechara de él. Honestamente tengo la cara, pero tan pelotudo no soy.

No sucedió nada: nos fuimos tristes del lugar y esperamos al día siguiente.

En la mañana el sistema nos avisó que se había prendido en un paradero de micro cerca de Metro Salvador a las 5 de la madrugada. No es por dármelas de Batman pero mis suposiciones iban encaminadas a descubrir que el sospechoso del robo evidentemente se había cruzado con nosotros en el salón, que llevaba traje de mozo, que tenía horario de mozo y que esa noche se había llevado el celular. 

El lunes nos pusimos a hacer los trámites para obtener uno nuevo. Ya olvidados del problema.

El punto es que pocos minutos antes de escribir esta columna recibo un llamado de un empleado de hotel que me cuenta que le vendieron un celular, que lanzó un mensaje con mi número y que se gastó 120.000 pesos. Como estaba culposo, echó al agua rapidamente a su colega, quien “pitutea de noche y que llegó asustado con el equipo pidiendo compra rápida porque se quería ir a ver a su familia al sur”.

Tengo tres opciones para tomarme este asunto:

• Ir donde el jefe del hotel y contarle lo que sucedió, publicar el nombre del hotel y el salón en los medios y criminalizar públicamente a esta persona que quería viajar al sur.

• Hacerme el víctima y empezar a escribir que “estamos en una sociedad rodeados de delincuentes” y exigir a la manera de tuitero agresivo que encarcelen a todos los que tengan una raza o vivan en una comuna distinta a la mía.

• Comparar el dolor que me genera esta situación con: la libertad vigilada del cura O’Really, la desconexión de los políticos con la realidad chilena, la incapacidad del Gobierno de explicarle a la gente temerosa toda su vida culpa de una cultura católica que los cambios podrían potencialmente integrar a la sociedad a un diálogo permanente donde no importa dónde naciste, los programas de televisión animados por muebles, los espacios radiales presentados por periodistas que ni siquiera googlearon algo antes de hablar y gustan de recibir cerveza de forma gratuita, la campaña de la ultraderecha chilena por instalar el terror simulando libertades que no son, la deficiente planificación urbana que provoca tacos espantosos, el discurso machista de “oye pero si se visten así provocan”, los chistes clasistas en las películas de los hermanos Badilla, las discusiones de Twitter donde la gente interpreta furia o risa donde no hay furia ni risa, la violencia politica fomentada por una crispación oportunista a favor del que tiene más recursos, los empresarios quejándose cuando en realidad nadie les ha quitado nada y alimentando fantasmas de gente ingenua, la Confepa y un gigantesco etcétera.

En síntesis lo que quiero decirles es que me quitaron un pedazo de plástico recuperable y lo vendieron por el precio de un sueldo minimo. Y ahí radica el verdadero problema. Yo no tendría que enojarme con el mozo, sino con su jefe, que le debe pagar una miseria y que lo tiene obligado a robar para ver a sus familiares. Y no me vengan con el discurso de que la maldad es intrínseca porque es la salida mas fácil.

Este país se volvió un cuento de relatos salvajes, donde la gente aplaude ajusticiamientos. Yo no quiero contribuir a ese clima de odio. No quiero que los hijos de mis amigos o los mios, a futuro, me juzguen por haber alimentado el miedo al otro. Ese es el verdadero camino de ida. No quiero matar a nadie.

Las opiniones expresadas aquí no son responsabilidad de publimetro

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