Columna de Libros de Alida Mayne-Nicholls: “La ciudad de los hoteles vacíos” de Gonzalo Baeza

La ciudad de los hoteles vacíos presenta catorce cuentos del periodista Gonzalo Baeza. Leer las contratapas de los libros suele ser engañoso; en este caso se nos indica que los personajes de estos cuentos son inmigrantes. Efectivamente muchos de los personajes son latinos que han partido a Estados Unidos; sin embargo, más que centrarse en la migrancia, en el choque de culturas, en el sentirse descentrado en un país que no es el de uno, los cuentos de Baeza se centran en la errancia y en la no pertenencia. Sus protagonistas, se intuye, se lee, no tienen una patria a la cual extrañar y nunca encontrarán un lugar propio, porque su esencia es el movimiento, el no ser de ninguna parte. Tiene que ver, en parte con las posturas cínicas de los personajes, descreídos a priori. 

Es justo decir que las narraciones no son historias estereotipadas de inmigrantes, pero, al mismo tiempo, cuesta empatizar con una condición de pérdida de lugar. En parte tiene que ver con que gran parte de los protagonistas –los que además son muchas veces los narradores de sus propias historias- son machos chauvinistas: hombres que tratan a las mujeres con desprecio, preocupados de su propia virilidad y de sus deseos particulares. Mientras ellos toman cervezas o llevan a sus perros a peleas ilegales al mismo tiempo que tratan de analizar la sociedad que los ha acogido y dar algunas lecciones de literatura, incluso, las mujeres están ahí para efectos decorativos, personajes completamente unidimensionales: la quinceañera sexy, la madre soltera furiosa, la prostituta desesperada. Ellas –cuando aparecen- gritan, exigen, pierden el control; también son golpeadas e insultadas. Los hombres, esos mismos machos, son capaces de introspección: “Camino a casa me distraje observando a un halcón que planeaba por las corrientes de aire sin mover sus alas. Ya lo había visto sobrevolar el valle a alturas en que su silueta era apenas un punto. […] Los halcones pueden ser feroces, pero saben mantenerse a distancia de los hombres y sus armas de fuego. Al menos en ese sentido son más inteligentes que los zorros y, por cierto, los mismos hombres” (40).

Tal vez la mayor incomodidad que presenta el texto es que estos inmigrantes conocen demasiado bien el lugar en que se encuentran: conocen a la gente, sus costumbres, entienden todos los dichos gringos; entonces, ¿dónde queda el quiebre, la incomprensión, de hallarse en otro lugar? Quiero decir, bien podrían no haber sido inmigrantes, pero estos personajes son demasiado seguros de sí mismos, incluso cuando huyen y las cosas parecen ir mal: juegan de local y no de visita. De alguna manera, el relato parece producido por un investigador social, un investigador de la cultura, que elige bien sus palabras. Y eso tendría más coherencia si se hubiera optado por relatos contados en tercera persona. Sin embargo, el autor demuestra oficio en el contar, especialmente oficio periodístico, no solo porque los personajes periodistas se cuelen en las historias, sino por las estrategias narrativas del autor, que al ir incorporando explicaciones, ejemplos, contextos, estructura los cuentos como si se tratara de crónicas periodísticas, como cuando el narrador de “La furia de los hombres del norte” se embarca en una digresión sobre los artículos de diario que han hablado sobre una supuesta piedra vikinga encontrada en Minnesota. Este cuento, sin embargo, es uno de los más interesantes, al comenzar como la historia de unos vikingos que por azar llegan a las costas de Estados Unidos y concluir con la vida de un periodista salvadoreño en Estados Unidos que escribe la mitad de los reportajes de la revista en que trabaja. Nada de primera persona ni de personajes que lo saben todo; y de todas maneras logra dar cuenta, de una manera tangencial y creativa, de lo que significa no pertenecer a ningún lado.

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Baeza, Gonzalo. La ciudad de los hoteles vacíos. Valparaíso: Narrativa Punto Aparte, 2014.

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