Columna de Juan Manuel Astorga: "Tiro al Negro"

A pesar de tener un presidente de color, la población afroamericana de Estados Unidos aún se siente discriminada. Las protestas que se han generado esta semana en 170 ciudades de ese país, lo están reflejando con nitidez. Misuri es uno de los estados con mayor nivel de racismo en Estados Unidos y es precisamente desde ahí donde surgen las manifestaciones que hoy se han extendido a todo el territorio.

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El lunes pasado, un jurado en la localidad de Ferguson, un suburbio de St. Louis, en Misuri, determinó no procesar al policía Darren Wilson, quien en agosto pasado abrió fuego 12 veces contra Michael Brown, un estudiante de color. Finalmente la justicia consideró que se trató de un caso de legítima defensa, aunque para los habitantes de Ferguson, fue otro episodio más de violencia policial contra la población negra. En este suburbio de San Luis, más de un 60 por ciento de los residentes es afroamericano, pero sólo hay tres negros entre los 56 policías locales, una desproporción que se repite en otras ciudades de EEUU.

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Un estudio publicado por el diario The Washington Post señala que el 70 por ciento de los afroamericanos considera que es tratado más injustamente que sus compatriotas de raza blanca en temas relacionados con la policía.

Incluso en Nueva York, la capital cosmopolita y multicultural del mundo, se discrimina por color de piel.

En ese estado, la tasa de desempleo para hombres negros es de 48%. Los trabajos que logran conseguir son inferiores a los de los blancos, tienen problemas para obtener casa y cuando lo hacen, son con los niveles más altos de segregación residencial.

Un informe del Urban Institute establece, por ejemplo, que los blancos tienen en promedio seis veces más riqueza que los negros y los hispanos. A eso se suma que las familias negras se vieron afectadas de manera desproporcionada durante la última crisis económica. Su riqueza cayó en 31%, mientras la de los blancos se vio afectada sólo en un 11%.

Para hacernos una idea del porqué del enojo ciudadano en Estados Unidos, según la Comisión de Sentencias de ese país, entre el 2008 y el 2011, los hombres negros recibieron sentencias 19,5 veces mayores que sus pares blancos por cometer un mismo delito.

El pasado fin de semana y mientras todo el país estaba pendiente del inminente fallo en Ferguson, un policía de Cleveland, en Ohio, mató a un niño negro de 12 años, al confundir su pistola de aire comprimido con una real. Y es aquí donde se cruzan dos problemas que en EEUU parecen no tener remedio: el racismo y el porte de armas. Según la revista The Economist, si Estados Unidos no reduce su colosal cifra de dueños de armas o soluciona sus profundos problemas sociales, continuarán los disparos mortales contra civiles.

Se calcula que hay 270 millones de armas de fuego en manos de civiles en el país norteamericano, lo cual convierte a los estadounidenses en el pueblo más armado del mundo per cápita. Las armas son consideradas algo común en esa nación, algo así como un artículo de consumo para millones de cazadores, coleccionistas y ciudadanos preocupados por su seguridad. Sin embargo, las pistolas y rifles están también en manos de numerosos criminales. Ese armamento es disparado cada año contra más de 100 mil personas. En un año, hubo más de 30 mil víctimas producto de las armas de fuego por homicidios, suicidios y muertes accidentales.

Estados Unidos tiene grabado a sangre y fuego en su memoria colectiva los asesinatos del presidente John F. Kennedy y el músico John Lennon. Y, por cierto, con esas mismas pistolas que circulan por todo el país, se dio muerte a Martin Luther King, un pastor y activista norteamericano que luchó por los derechos civiles y por la población afroamericana, la misma que hoy le está pidiendo a su presidente negro que detenga el racismo y el descontrol en el uso de las armas.

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