La CIA mintió. Faltó a la verdad ante las autoridades y la ciudadanía. Minimizó las torturas aplicadas e ignoró leyes con secuestros y cárceles clandestinas. Los sospechosos de vínculos con el yihadismo fueron capturados por agentes y, en algunos casos, despachados a terceros países para someterlos a brutales interrogatorios. Éstas son algunas de las conclusiones del informe del Comité de Inteligencia del Senado estadounidense. Si se considera cuán difícil ha sido establecer la verdad en Chile, por hechos atroces cometidos bajo la dictadura, es encomiable la labor del Senado norteamericano.
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La CIA es una agencia del gobierno de los Estados Unidos y no un cuerpo autónomo. La agencia obtuvo órdenes y orientaciones del más alto nivel de la Casa Blanca. Las aberraciones cometidas son de responsabilidad del Presidente George W. Bush. Su vicepresidente Dick Cheney aclaró que “todos los que fueron miembros del Consejo de Seguridad Nacional estaban informados de la esencia del programa y lo apoyaron”. Cheney estima que las torturas aplicadas lograron “resultados fenomenales para nosotros”. En todo caso, según su versión, no fueron aplicadas más que a tres personas. El informe habla de docenas de presos martizados con privación de sueño, vejaciones y apremios físicos. Ello además del conocido “submarino”, como se denomina a la sensación de ahogo.
En rigor, de lo que sabe hasta el momento del informe, hay poco que no haya aparecido en la prensa a lo largo de los años. La novedad es que la CIA ha sido desnudada ante sus compatriotas por una alta autoridad del Estado. Quizás el debate más relevante es si es cierto lo que dice Cheney que gracias a la tortura lograron éxitos fenomenales, en lo que su gobierno llamó la “guerra contra el terrorismo”. El informe señala todo lo contrario y apunta que las informaciones obtenidas fueron irrelevantes. Mark Fallon, un oficial de inteligencia de la Armada de los Estados Unidos, que estaba al tanto de los resultados de las torturas, señaló que: “Ninguna información valiosa fue obtenida mediante la aplicación del “submarino”. El senador republicano John McCain, que combatió en Vietnam y fue encarcelado en Hanoi donde sufrió apremios apoyó el informe señalando que la tortura “compromete aquello que más nos separa de nuestros enemigos”. A su juicio la CIA “mancilló nuestro honor nacional”.
Lo ocurrido en Guantánamo, en la cárcel iraquí de Abu Ghraib y otros lugares parece haber contribuido a inflamar sentimientos antinorteamericanos antes que proveer la información buscada. Entre los profesionales del mundo de la inteligencia hay consenso que la tortura, aparte de ser ilegal en los estados democráticos, es un método de escaso valor. La información arrancada a través de dolor muchas veces resulta falsa. La víctima está dispuesta a decir lo que el interrogador quiera. Al confrontar los crímenes cometidos Estados Unidos da un paso para dejar atrás un capítulo penoso de su historia.
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