Columna de Nicolás Copano: Cambio de época

El 2014 marcó un quiebre. Entró una nueva generación al Congreso, internet copó cada vez más horas en la televisión como tema, los chilenos se indignaron a un punto de tomar acción (llamados a no pago en el transporte público o la discutible exhibición de un delincuente en papel alusa) y la tendencia sobre los temas de género comienza a crecer.

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El 2015 será el año del nosotros como discusión, en el mundo, estoy seguro y aquí una generación de chicas educadas de otro modo, con acceso a poder adquisitivo darán la pelea que sus madres, sometidas no pudieron. Tenemos que estar atentos a eso.

Tengo una reflexión personal sobre lo que sucedió este año, y tiene que ver con el sentido de colaboración y justicia, tan ad hoc al caso de Martín Larraín que quisiera dejarlo en estas páginas.

Durante estos 365 días me tocó interactuar con un montón de gente buena, talentosa y con ideas. Personas que realmente valen mucho y que muchas veces yo pensé ingenuamente que se boicoteaban a sí mismas a la hora de avanzar en sus trabajos.

Me equivoqué notoriamente: en realidad todo lo que les impide avanzar es no tener la suerte de ser hombre o de ser de una tez más blanca. De ser una minoría. En Chile, ese es el silencio cruel: el de ser parte de un grupo más pequeño. O de menos poder. Las mujeres siempre son víctimas de ataques más duros y fáciles. Los jóvenes lo son. Y nos han condicionado a mirar con desconfianza el cambio. Nos han obligado a seguir una unanimidad mal entendida y no comprender el sentido de la crítica como un motor de real modificación.

El punto es que la pelea la tenemos que dar primero con los que van buscando migajas a partir de ser serviles con el status quo. Hay que dejar de tener miedo a un poder que no existe. Hay que discutir y hablar sobre la vergüenza que nos da un caso tan extraño como el de Martín Larraín por ejemplo: si la justicia resolvió que Larraín no iba borracho y que atropelló a un tipo borracho que caminaba al medio de la calle ¿por qué sus amigos fueron a la comisaría a inventar algo si no había nada que esconder?

Estamos en una sociedad del absurdo y ya no pueden callarlo: un tipo, de la nada, puede montar un sitio web que deposita miles de mensajes de indignación. Muchos sostendrán que eso no sirve. Pero es un testimonio. Que se suma a otros de injusticia. Y se va generando un nuevo escenario. Porque se pierden las viejas lógicas que sostenían respeto a quienes no nos respetan.

Obviamente esto enfrenta desafíos, es cosa de ver cómo se está poniendo la cosa en Estados Unidos, con respecto al asunto de la policía o el escenario de la política internacional sobre una película que genera represalias. Estamos en una sociedad absolutamente distinta a la que crecieron nuestros padres. Es el mundo después de la post guerra fría. Es el siglo 21.

Chile debe estar preparado para eso y empezar a desarticular los discursos de la mala onda y el odio y dar la cara respecto a ello es un excelente primer paso para generar un cambio verdadero que no decepcione a la generación. Probablemente viene nuestra propia épica y para eso debemos estar preparados: viene una época de quiebre entre lo que creemos importante y lo que será importante.

El mundo puede ser nuestro de acá a diez años y para eso tenemos que sumar a este viaje a la mayor cantidad de gente posible, con diferencias, con formas, con modos de hablar y ser distintos, con tal de construir un país más diverso, más libre y por eso más justo.

Estarán los que se negarán a ello y seguirán validando cualquier cosa a favor de mantener todo igual. Pero lo que ellos no se han dado cuenta es que nosotros ya no somos los mismos.

Y con eso se supera el miedo. El miedo inmovilizó a los de ayer. A nosotros jamás.

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