Columna de Alida Mayne-Nicholls: “Nos vemos, Pedro Lemebel (1952-2015)"

No me cabe ninguna duda del lugar que tiene la escritura de Pedro Lemebel en nuestra literatura, ganado a través de cada crónica y textos escrito; por el logro de haber traído la marginalidad y lo popular a una primera escena; por hacernos cambiar (o ampliar) la perspectiva; y también por una prosa rica, en que convertía su diferencia en algo textual, una forma distinta de ver el lenguaje, de usarlo, en que, por supuesto, apelaba a una oralidad que no podemos desligar del mundo popular.
Pienso en lo anterior, porque entre comentarios y entrevistas, escuché varias veces que se puntualizaba que Lemebel solo había escrito una novela.

Y subrayemos, pongamos en negrita o comillas a ese “solo”: como si escribir una novela (excelente, por lo demás) fuera algo de todos los días. Esa connotación negativa que le damos al solo me produce un cierto escalofrío.

Pero además pienso en esta cajita tan perfecta en que nos encerramos (nuestras mentes, nuestra forma de ver el mundo, nosotros mismos), como si solo escribir novelas hiciera grande a alguien.

Porque las crónicas de Pedro Lemebel, ese gran género, tan mal mirado por algunos, lo hicieron grande en las letras. Yo leo mucho a Gabriela Mistral, a ella y lo que han escrito sobre ella, y me sorprendió mucho haber leído a alguien que se refería a las crónicas de la poeta como una cosita poca; ese ninguneo me produce más que escalofríos. En nuestro país pareciera que no se toma muy en serio la crónica y tenemos grandes escritores que se dedicaron y se dedican a ella. La crónica es mayor. Y las de Pedro Lemebel ciertamente dan cuenta de un talento increíble para lograr transmitir a través del lenguaje aquello que el ojo ve, que el oído escucha, en fin, que el cuerpo experimenta. Porque en los textos, Lemebel está de cuerpo entero, qué arrojado, cuánto valor exponerse y, al mismo tiempo, abrir espacios para lo popular en nuestra literatura.

Recuerdo la fotografía que la editorial que publicaba a Pedro Lemebel usó estos días para conmemorarlo en los medios y me pareció tan bien escogida, esa mirada directa, que la apela a una (a uno, a todos), con algo retador. Yo no lo conocí personalmente, una vez lo escuché como parte de una audiencia; pero eso que me transmite esa imagen es lo que transmite su obra: sostener la mirada de un mundo que se abre ante nuestros ojos y que reta a cambiar la perspectiva; aprender a mirar más allá de nuestro metro cuadrado.

Al ver esa imagen repito para mí misma los versos de su “Manifiesto (hablo por mi diferencia)”: “[…] No necesito disfraz / Aquí está mi cara / Hablo por mi diferencia / Defiendo lo que soy / Y no soy tan raro […]”. Y salto luego hacia los versos finales, pensando justamente en cómo leer a Lemebel nos cambia el punto de vista: “Hay tantos niños que van a nacer / Con una alita rota / Y yo quiero que vuelen, compañero”. Terrible y hermoso a la vez; triste y esperanzador al mismo tiempo. Yo creo -sí, todavía creo- que la literatura es capaz de cambiar el mundo. Y aunque es triste que Pedro Lemebel haya partido, tenemos sus textos. Como una persona ponía en Facebook, que todos lean a Lemebel.

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