Columna Come y Calla por Felipe Espinosa: De a poco

Fue una de esas últimas noches del Santiago veraniego vacío. No me deja de sorprender lo diferente de la fauna del febrero estival, adoro la capital cuando está llena de espacio, llena de tiempo que incluso sobra, mantenerse activo es la premisa y en eso no me quedo, tiempo es lo que falta, el recurso escaso, la moneda invaluable, nadie da créditos de tiempo, por muy raro que suene no deja de ser una buena idea, así que hay que aprovechar.

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Patear las calles mientras se pueda, luego llega el tiempo de andar a la defensiva, el tiempo apremia y cuando camina de tu lado es conveniente, pero cuando te pisa la cola en contra es tu mayor enemigo.

Descansar en el medio de la ciudad no cabe en la cabeza de muchos que pasan todo el día en ella trabajando, pero en mi caso, que trabajo todos los días fuera de Santiago, disfruto cada momento que obtengo de recorrido urbano, el paradigma es diferente al común, lo mío es una vertiente alternativa, porque la basura de unos es la riqueza de otros, eso es todo, darle valor agregado a lo que nadie quiere, a lo que nadie soporta.

El ruido de cada esquina es diferente, cada una se debe a algún patrón particular conformado por habitantes, boliches y máquinas, cuando el ruido se distorsiona o se afina es porque hay una nueva variable en la puesta en escena.

Hace rato ya viene metiendo mucho ruido en los alrededores de Mordor una apuesta inclusiva que rescata, probablemente, uno de los mejores personajes de la gastronomía criolla, la fuente de soda, vilipendiada y despreciada por estigmas de garitos andrajosos y oscuros hoy tienen en el club una nueva representante con bastante más luz, onda y variedad. Las Cabras se abandera en lucha de posicionarse como una fuente moderna, de sabores variopintos pero que incluyen los clásicos de siempre, llena de detalles decorativos que gritan 70s y 80s complementados con rústicas fuentes enlozadas para los platos y esas servilletas semitransparentes que a todos nos encantan pero sabemos que poco limpian.

Afortunados fuimos en sentarnos a la luz del alumbrado público. La terraza que se instala en la calle permite evaluar a la fauna y disfrutar del aire vivo. Hoy por remodelación urbanística este sector permanece inhabilitado, una pérdida, una desgracia, ojalá recuperen pronto los metros entregados en son de una guerra que recién comienza.

Éramos hartos comensales así que la comanda también fue entretenida. Tienen, para empezar, algunas entraditas de gusto pop, cebichito y crudos entre otros. Otra parte importante de la columna vertebral de este lugar son los sánguches, ármelo usted mismo casi dice la carta, eso es bueno, así uno le coloca lo que quiere. Pero existe otro apartado que tiene mucho más que decir sobre el espíritu de la casa, “comida rica” anuncia el neón luminoso y hay bastante donde detenerse, tallarines con lengua o mechada, las benditas charchas de cerdo que sólo las consigo con mi carnicero amigo en Casablanca, lejos lo más delicioso acompañadas de papas fritas y para los que van más temprano o no temen al golpe hay unos garbanzos con ostiones que también están de fábula.

Hay buenos shops y se puede piscolear tranquilamente (o símil con su destilado favorito), se nota que son nuevos, eso debe decantar, pero el engendro existe, la maliciosa mano condimentada ha bendecido este local con una ubicación estratégica insuperable, si afinan bien, emitirán un sonido maravilloso.

Coordenadas: Las Cabras, Luis Thayer Ojeda 0166, Providencia / Teléfono 2 22329671

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