Columna de Rodrigo Severin Larraín: Jugador como pelota, pelota como cancha

Heidegger tiene un breve ensayo muy hermoso que se titula “Poéticamente habita el hombre” (verso tomado de un poema de Hölderlin). Las ideas centrales son en general bastante claras. De hecho el propio título es un juicio de valor, da sentido a sus contenidos y evidentemente orienta su lectura.

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Heidegger dirá que no sólo los poetas viven “poéticamente”, lo cual sería reducir el problema a las meras ideaciones de estos personajes; más bien, y a pesar suyo, y aunque no lo note, todo hombre habita en su morada de esta sutil forma: poética. “Poetizar en tanto dejar habitar, es construir… incluso construir por excelencia” (Heidegger). El hombre -apunta- no es señor del lenguaje sino al revés. El lenguaje a disposición del hombre se reduce a medio de expresión y puede rebajarse a mero medio de presión. El poeta, en cambio, utiliza el lenguaje como fin en sí. Poesía proviene del griego poiesis, que significa hacer, crear. El hacer, el construir el lenguaje desde sí es el tejido de la palabra que obra el poeta. Tengamos presente que archos (“jefe”) y tectón (construcción) forman la raíz etimológica de la palabra arquitectura…

Manuel Casanueva, profesor de la escuela de Arquitectura de la Universidad Católica de Valparaíso, conocida también como “La Amereida” (sincretismo de América y la épica la Eneida) a raíz de un poema fundacional homónimo y anónimo que declara su poética, desarrolló -decía- un curso entre los años 1974 y 1992: “Cultura del cuerpo”.

La aparición de América se concibe como la posibilidad de un encuentro con lo desconocido, el nuevo mundo. El gesto arquitectónico puente, queda abierto y supeditado a la incertidumbre. No desde las formas geométricas externas nace la arquitectura, sino desde los espacios interiores del ser humano: “Divagamos en los meandros de la imaginación, como lo hiciéramos de niños en el altillo de la vieja casa” Casanueva). La escuela de La Amereida intenta vincular de manera concreta el artificio poético “externo” y la creación del espacio, como si quisiera poner de manifiesto lo necesario concreto de la relación entre el habitar y lo poético.

Tal abstracción, contextuada en un otro reencuadre, fue puesta en práctica en Los Torneos. Por supuesto, se trata de torneos muy peculiares. Manuel Casanueva nos ha dejado recientemente, y mediante un gran esfuerzo ha salido un libro en su homenaje: “Jugador como pelota, pelota como cancha”, editado por Olivia Casanueva y Macarena Hernández.

El libro, de limitado tiraje (esperemos tenga mayor difusión) por su forma y contenidos está alineado con la idea de que en la actividad del torneo se recrean condiciones del habitar que configuran su arquitectura propia desde la colectividad. Los elementos básicos de su construcción: cancha, reglas, equipos y artefactos. La improvisación es parte de la estructura eminentemente lúdica de los torneos. Se puede ganar o no, pero pueden finalizar en indefinición.

Les dejo algunos nombres de estos formidables torneos por si despierto vuestra curiosidad: Carreras a ciegas, Giro y realce de triple cortejo sobre volutas, Encuentro de zancudos en el fútbol, Gran guante y noctilucas, Despelote, El bolón suficiente, Rugby vertical, Edros y oides, Laberinto y rebote, Membrana aerofuselada para acrobacias, etc.

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