Columna Come y Calla por Felipe Espinosa: Travesti

El tiempo ha borrado episodios emocionalmente violentos, ensimismado en el diario que no perdona, la vuelta de rueda que no para, no te suelta. Dejar de percibir es preocupante, dejar de recordar no tiene sentido. Enfrascado en la situación actual del país, me veo mínimo, me veo absurdo, desdoblado de espíritu observo mi cuerpo abusado y demacrado, fruto de la malversación de la clase política que fue, que está y probablemente, como en los cuentos de Navidad, la que vendrá.

Lo bueno es que a nadie le falta Dios y por ahí las prostitutas y los ladrones tienen su santa patrona, no reconocida, pero santa al fin y al cabo. Sarita Colonia es hereje, por lo bajo irreverente, algo cachonda, no acepta los patrones formales, se desmarca de la monotonía en color y texturas.

Una regia casona de Bellavista (Loreto 40, teléfono 288113937) se viste, y se desviste durante las noches al borde del río. Son muchas las señales de inconformidad artística plasmada en una ecléctica vanguardia, no toleran el común denominador y entre nichos sepulcrales la cocina peruana hace ese tan deseado cambio de paradigma, se aleja de lo tradicional y se vuelve insolente.

Cabe destacar que esta hipócrita historia vive su segundo aire, marcado por el primero, elevado por la experiencia, batallar hasta lograrlo, y lograrlo mucho mejor.

El espacio es pintoresco, ribetes rococó se mezclan con electricidad, mobiliario kitsch que acomoda a los parroquianos, una barra era poco, por eso hay tres, las manos de Julio adoban los cocteles con picardía, hierba mate, bohemia y sal de mar.

Son tres niveles donde elegir, hay distintos rincones que recorrer, la carta tiene nombres propios donde el corazón de Sarita se impone. No dejen de experimentar el rocoto relleno, ni tan picante pero muy sabroso, reposado sobre un pastel de papas. Es inspirador para abrir los fuegos.

De fondo probamos a Wendy, un sensual quinoto con camarones, curry y coco en justa participación. Por mi lado me fui a la chifa, excelente chaufa con tortilla de camarones, abundante plato que sin ser grosero te abofetea sentado.

Postres esotéricos dan el gran final: Probamos uno de maracuyá que amablemente limpia la boca. Hay un aire de hostilidad a los grises, los devotos deben ser precavidos, los enfermos del corazón probablemente logren su cura, la ciudad tiene una nueva vedette de curvas delineadas y exuberantes.
Sarita Colonia probablemente cumpla nuestros deseos, generosa en milagros, cuidadora de ladrones, son sus sillones, sus tragos, sus platos, su terraza. Hay que dejarse coquetear, hay que entretenerse no sólo con la mirada, sino con los cinco sentidos, un acierto inigualable, una disputa entre el bien y el mal de la que Dios y el Diablo se sentirían orgullosos. Un gran lugar para celebrar la Semana Santa.

 

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