Columna de cine por Joel Poblete: "Tomorrowland"

El futuro no es el límite. En 2011 “Misión imposible: Protocolo fantasma” derribó los prejuicios de los escépticos que pensaban que el realizador estadounidense Brad Bird, quien hasta entonces había brillado en el cine de animación, no podría incursionar con éxito en una película con actores de carne y hueso.

Entretenido, dinámico y con sólidas secuencias de acción, el filme le permitió al cineasta demostrar que su talento no se limitaba a las películas animadas, en las que había dirigido tres notables largometrajes que figuran entre lo mejor del género en las últimas dos décadas: “El gigante de hierro”, “Los increíbles” y “Ratatouille”.

Lo nuevo de Bird significa otro desafío, no sólo por seguir trabajando con un elenco real sino también porque se trata de un proyecto muy personal y que refleja de manera mucho más espontánea y directa que su film anterior las características principales de sus trabajos animados: lo sorprendente y fantástico insertándose en lo cotidiano, los personajes que no logran encajar por completo con la sociedad en la que están insertos.

En esta ocasión la historia entrecruza a la joven e inquieta Casey Newton (Britt Robertson, protagonista de la reciente “El viaje más largo”) con Frank Walker (George Clooney desplegando la presencia y carisma que ya son su marca de fábrica), quien hace medio siglo fuera un niño inventor soñador y creativo que durante una visita a la Feria Mundial de 1964 en Nueva York descubre un asombroso secreto: Tomorrowland, una ciudad futurista y perfecta que sólo algunos pueden conocer. El mismo lugar que volverá a cobrar importancia cuando ambos protagonistas deban unir fuerzas en medio de sorprendentes situaciones que es mejor no adelantar.

Mezclando aventuras, acción, humor y algunos divertidos guiños fílmicos -como la genial tienda de recuerdos-, “Tomorrowland” es un buen exponente de un cine familiar y humanista que no abunda en estos días, cuya reflexión sobre la sociedad actual y lo negativo que nos arrasa en el mundo contemporáneo, podría parecer sombría a ratos, pero finalmente es optimista y luminosa.

En efecto, las buenas intenciones y la candorosa ingenuidad que exhibe el filme parecen de otra época, y por lo mismo, no es casualidad que en distintos momentos recuerde a los cinéfilos el espíritu y la energía interna de las producciones que entre los años 70 y 80 impulsaron realizadores como Spielberg y Zemeckis, así como los valores a los que apelara en el Hollywood clásico un autor como Frank Capra.

La historia atrapa desde el principio y funciona muy bien durante buena parte del metraje, aunque hacia el final el guión y la puesta en escena se hacen más predecibles y convencionales, lo que no disminuye el encanto de un trabajo que brilla especialmente por los aspectos formales: la impecable dirección de arte y vestuario realzados por la fotografía del chileno Claudio Miranda (ganador del Oscar por “Una aventura extraordinaria”), un montaje ágil y efectivo donde incluso colabora el veterano Walter Murch, y otra deliciosa partitura del gran Michael Giacchino. Recomendable para pasar un buen rato en el cine, como en los viejos tiempos.

*** Las opiniones aquí expresadas no son responsabilidad de Publimetro.

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