Columna de Hugo Tagle: Chañaral y el mar

Escribo estas líneas desde Chañaral, donde estoy acompañando a un grupo de estudiantes de la UC en trabajos voluntarios aquí y en las localidades de El Salado y Diego de Almagro. A casi cuatro meses del desastroso aluvión del 25 de marzo pasado, la situación pareciera estar un poco mejor, pero se ve a simple vista que será un calvario y duelo de muchos años. La herida dejada por el barro, agua, material minero y desperdicios caló hondo en la vida y alma de esta zona. Quizá nada sea igual. Así y todo, me ha llamado la atención la entereza y fortaleza de sus habitantes. Con quienes he podido estar, desde el párroco hasta los alcaldes, dan muestras de querer salir adelante, mostrar ganas de superarse, de construir “nuevos pueblos”, mejores que antes.

La resiliencia es la capacidad de los seres vivos sujetos para sobreponerse a períodos de dolor emocional y situaciones adversas. Los chilenos la hemos tenido que ejercitar en múltiples ocasiones.
Hay que hacerse a la idea de que las situaciones de “alerta ambiental” en cuanto a los avatares de una naturaleza cada vez más imprevisible, serán pan de cada día. Los pausados y cansinos cambios de estación de hasta hace algunos decenios se acabaron. Hagámonos a la idea de que la naturaleza nos deparará cada vez más sorpresas, muchas de ellas para nada agradables. Sabemos que Chile es un país sísmico y volcánico. Habrá que agregar ahora de caudales repentinos e tempestuosos.

Como sea, tenemos una naturaleza que, si bien es muy generosa y más benevolente que en otras latitudes, así y todo exige una atención y vigilancia constante, no bajar la guardia, políticas de monitoreo de largo aliento, descartar las improvisaciones. En fin, todas características que nos son algo ajenas por mentalidad y cultura. Improvisamos y reaccionamos tardíamente. La convivencia con una naturaleza cambiante exige medidas de largo plazo, serenidad y sangre fría y sobre todo previsión. Hay que diseñar políticas para muchos años en materia de buena convivencia con el entorno a fin de que éste no sea un enemigo sino un buen aliado.

Y en otro orden de cosas, una palabra sobre los dichos del Papa Francisco en Bolivia sobre el mar y nuestra relación con el vecino país. Antes de nada, agradecer su paso por estas tierras. La visita papal ha sido una bendición no solo para ellos sino para todo el continente. Un adelanto de lo que será su visita a Chile el próximo año. Hay que rescatar lo medular de las palabras del Papa: la invitación al diálogo entre dos pueblos hermanos. Con Bolivia y los demás vecinos debemos aprender a convivir. Es claro que se debe encontrar una solución a la demanda marítima de Bolivia y su pretensión. En eso se ha estado trabajando.

El Papa nos recordó algo elemental. Solo el diálogo y el acuerdo de voluntades engendra y hace posible una paz fecunda.

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