Columna de Hugo Tagle: Obligados a entendernos

Recuerdo a una señora, madre de 4 niños, que me contaba que cuando tenía problemas de peleas entre sus hijos, los agarraba, sentaba uno delante del otro y esperaba a que se reconciliaran. Al principio, no se miraban. Al poco rato, comenzaban a mirarse de reojo. Hasta que al final, estallaban en risas.

Quizá no sea la forma más habitual de solucionar conflictos, pero a estas alturas de la agenda nacional habrá que pensar en esta alternativa. Entre eso y las formas de manifestar nuestras discrepancias, me quedo con el ejercicio de la mamá.

Ayer jueves estaban previstas tres marchas distintas por la Alameda: camioneros del sur, mapuche contra los camioneros del sur y estudiantes, que no fueron autorizados pero muchos marcharon igual. Al momento de escribir estas líneas todo anunciaba una puesta en escena digna de teatro griego. Es de esperar que haya terminado el día en relativa paz.

Como sea, el panorama está complejo. Estamos obligados a sentarnos a la mesa y dialogar. Quizá como el de esta atribulada madre que obligó a sus hijos a entenderse. A punta de amenazas no llegamos a ninguna parte. Se comprende la indignación de quienes han sufrido la pérdida de sus instrumentos de trabajo como son los camiones y maquinaria agrícola. Pero hay que sentarse a la mesa con un pueblo que cree legítimo su derecho de reivindicación de tierras que, producto de una historia de desaciertos, consideran suyas. El pueblo mapuche es pacífico, la inmensa mayoría quiere convivir en paz, integrarse y hacer de Chile un lugar multiétnico, plural, pacífico. Somos un país pequeño en el que nadie sobra. Quien piensa que el otro sobra, hágase la pregunta si no será usted mismo el que sobra. He escuchado de todo en esta materia: desde quienes sostienen que esto “es una guerra” por lo que hay que actuar con violencia y mano dura, hasta quienes piensan que hay que ceder en todo.

A los primeros habría que decirles que justamente violencia y mano dura es lo que quieren las posiciones extremas dentro de los grupos mapuche minoritarios. Es el caldo de cultivo ideal para victimizar su posición y continuar con una escalada de violencia que sabemos cómo empieza, pero no cómo termina.
Y los otros, los que piensan que hay que entregar todo, ceder al miedo, tampoco están en lo correcto. Debemos respetar el estado de derecho, las instituciones, y apostar por el diálogo, una salida consensuada a nuestras diferencias. Y esto supondrá hacer bastantes más concesiones y renuncias que las que se han hecho. Con medidas cosméticas no llegamos a ninguna parte.

Apostemos por la paz. Por el acuerdo. Ante ellos, no hay violencia que logre imponerse.

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