Columna de Raúl Sohr: Sorpresa política en Londres

La estabilidad y la mesura es el sello de la política doméstica en Gran Bretaña. De allí el estupor ante la victoria de Jeremy Corbyn como líder del partido laborista británico. Los socialdemócratas ingleses eligieron a uno de sus diputados más izquierdistas, con 32 años en el parlamento, para  dirigirlos. Ello pese a que fue motejado de extremista, radical e incluso de trotskista. Los epítetos no le hicieron mella y ganó con casi 60 por ciento de los sufragios.

La plataforma de Corbyn va contra la corriente neoliberal, pero no es rupturista. Postula el fin de los recortes al gasto social y un aumento de los impuestos a los más ricos para reducir la desigualdad. Propone fortalecer la salud y la educación pública. Renacionalización de los ferrocarrilesy las empresas eléctricas. En Alemania, Francia y en casi toda Europa los ferrocarriles son de propiedad estatal. Gran Bretaña es uno de los pocos países que privatizó sus trenes y los resultados dejan mucho que desear. En Francia la producción eléctrica es un monopolio fiscal. Otra propuesta es abandonar la muy onerosa construcción de submarinos nucleares Trident. La recepción de refugiados, algo a que los conservadores son muy adversos, figura alto entre las prioridades.

La victoria de Corbyn se inscribe en el auge del movimiento Podemos en España y Syriza en Grecia. Pero a diferencia de los anteriores la demanda de un golpe de timón proviene desde el seno de un partido maduro y de larga trayectoria. En Gran Bretaña, como en otros países, se habla de la crisis de la política. Del desencanto de los electores que votan por ciertas propuestas que se desvanecen no bien sus candidatos obtienen la victoria.

Hoy el ex primer ministro Tony Blair, junto a su corriente en el seno del laborismo, señala que el partido jamás volverá a gobernar con posturas alejadas del centro político. A ello los corbynistas preguntan si vale la pena llegar al gobierno sin principios y ejecutar las políticas que les imponen otros. Es el viejo debate entre idealistas y  pragmáticos.

Suele ser el caso que las clases políticas optan por el realismo antes que por principios. Los laboristas vienen de sufrir una derrota mayor a manos de los conservadores de David Cameron. Blair cree que perdieron porque no supieron atraer al electorado de centro. La izquierda estima que no supieron proyectar un perfil que los proyectara como una fuerza de cambio. De hecho perdieron  una cuarentena de parlamentarios a manos del partido nacionalista escocés  que los rebasó por la izquierda.

Es, en todo caso, una polémica que en democracia se resolverá en las urnas.

Europa se polariza

Crecen en diversos países fuerzas izquierdistas que desafían la hegemonía, de décadas, de la social democracia sobre la centro izquierda.  Otro tanto ocurre en la derecha donde partidos nacionalistas, en su mayoría con posturas xenófobas,  disputan el electorado a los partidos conservadores tradicionales. Estas tendencias se agudizan  con la crisis económica, los recortes al gasto social y las presiones migratorias.

Así en el momento en que los europeos requieren del mayor consenso para tomar decisiones aumentan las fuerzas centrífugas. Es algo esperable: en tiempos de bonanza es fácil coincidir, lo difícil es hacerlo en la adversidad.

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