Columna de Benedikt Bleck: ¡No más anestesia, por favor!

"Me causa mucha extrañeza cuando veo que gente aplaude la idea de ponerle fecha límite a la entrega de esta reforma. Querer imponerle este deadline no hace más que atentar, en forma más profunda, contra el sistema educacional chileno y, por ende, se opone a la igualdad de oportunidades. No podemos pedir que se apure esta reforma. Sería, abiertamente, una estupidez"

Ya estamos ad portas de que se presente el presupuesto 2016, donde se tomará una determinación, la cual pienso va a ser pésima. No lo digo por la tónica que hemos visto en el Ejecutivo, donde han sobreideologizado varios temas y cedido ante grupos de presión que no tienen mayor legitimidad, generando reformas que apuntan en el sentido incorrecto. Lo digo porque no se ha hecho “la pega”.  Estamos a días de la presentación de un presupuesto, el cual debe incluir una reforma educacional, donde se ha avanzado poco y nada.
 
La reforma educacional, además de estar equivocada desde sus cimientos –donde vemos que ya en el diagnóstico están errados- ha presenciado una constante improvisación. Sabemos que este proyecto ha “avanzado” en cierta dirección (incorrecta por cierto), pero después vuelven a lo que había antes (que también está equivocado en el sentido al que apunta). Así es que hoy tenemos una reforma la cual volvió a los términos del último conclave.
 
Me causa mucha extrañeza cuando veo que gente aplaude la idea de ponerle fecha límite a la entrega de esta reforma. Querer imponerle este deadline no hace más que atentar, en forma más profunda, contra el sistema educacional chileno y, por ende, se opone a la igualdad de oportunidades. No podemos pedir que se apure esta reforma. Sería, abiertamente, una estupidez. ¡No dejemos que un proyecto improvisado determine el futuro de las próximas generaciones!
 
También es de gran preocupación ver que hay grupos de personas, agentes de opinión o autoridades del mundo educacional, quienes apuntan a incidir en hacer una reforma “menos mala”. Terminar con los privilegios del CRUCh o lograr que no se imponga un sistema triestamental son avances, efectivamente, pero es como curar una lesión con anestesia. Todos sabemos que de poco sirve darle una inyección de anestesia a un niño que se quebró la rodilla, si no velaremos después porque se recupere. No dejemos que esta lesión se vuelva crónica.
 
Entendamos que tratar la base de la reforma es lo que sanará este dolor.  Si queremos más oportunidades, si queremos más inclusión y si queremos más libertad, nos tenemos que enfocar en el soporte de la educación: la educación preescolar y escolar. Para así después no perpetuar las desigualdades desde la cuna. También debemos privilegiar la calidad de educación y apuntar a un sistema donde se promueva la diversidad de proyectos educativos, ampliando el abanico de elección para los jóvenes y promoviendo su libertad.
 
De nada nos servirá seguir con este fetiche ideológico que terminará financiando la educación de los más ricos y abandonando a los más pobres. No dejemos que la injusticia sea el futuro de nuestro país, protejamos y fomentemos las oportunidades de los jóvenes chilenos, apuntando hacia el desarrollo de nuestro país y la felicidad de su gente.

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