Columna de Nicolás Copano: Bomberos no tiene sueldo, Pizarro tiene uno

Hace 12 días a Chile le tocó sufrir. Como nos ha tocado sufrir una y mil veces. Con las catástrofes de las que no se tiene registro y con las que se han grabado cientos de videos que ahora están en YouTube.

Esta vez fue el turno de la Cuarta Región. Ya habíamos visto llorar al Zafrada el 2010, y hace poco vimos en vivo cómo la gente de Calbuco tenía que arrancar porque a un volcán se le antojó de repente.

Aquí no se trata de una cuestión de mandato o castigo divino, como cree el pastor Soto, ni de una encrucijada sobre qué tan preparados estamos, porque la experiencia ya la vivimos. Se trata de qué tan unidos estamos, y de cuánta empatía sentimos por el sufrimiento del otro en los momentos difíciles.

Dos días después del terremoto 8,4 que causó un tsunami que devastó la costa de Coquimbo, el senador Jorge Pizarro tomó un avión y se fue a ver el Mundial de Rugby en Inglaterra. Según él, el rugby “es parte de su vida”. Cuando llegó a Chile, el domingo, dijo que “no siempre se pueden combinar los tiempos de compromiso social y político con la familia”, y añadió diciendo que su viaje no es un acto de frivolidad.

Pizarro representa a la Región de Coquimbo en el Senado y tuvo dos días para pensar si efectivamente viajaba o no. Dos días donde la gente de su distrito senatorial sufría y reclamaba ayuda a las autoridades. Quizá, su presencia no iba a servir de mucho en el lugar de la catástrofe, pero a lo menos hubiese sido un gesto de empatía, político o social, no haber viajado.

Mientras Pizarro llegaba a Inglaterra, en Coquimbo y Tongoy seguían movilizándose decenas de hombres a prestar ayuda. Dejaron sus trabajos, sus familias y la comodidad de sus casas para llegar a vivir en carpas a un lugar donde la tierra todavía no paraba de moverse.

Son los bomberos. Esos mismos hombres y mujeres que apenas terminó de temblar, corrieron a sus cuarteles con casco y uniforme en mano para subirse a sus carros y salir a rescatar gente y ayudar en la evacuación.

Si tu papá es bombero, no son pocos los almuerzos familiares que dejó por ir a un incendio. Si tu compañero de la universidad es bombero, de seguro ha faltado a clases por acudir a llamados de emergencia. Así también con el chofer del colectivo o la chica que te sirvió el almuerzo en el restorán.

Bomberos son esas personas sencillas que ajustan su tiempo para ayudar, aunque ello implique el riesgo de perder la vida.

Pizarro dijo que él es “deportista en serio, de verdad y no de fantasía o simpatía” y que eso “es difícil de entender para mucha gente”. Pues bien, para las próximas elecciones, que no levante letreros gigantes con eslóganes sobre vocación de servicio público y de compromiso con su zona. Porque de comprometido no tiene nada.

El compromiso es empatía, y eso es tener la capacidad de sentir y compartir un sentimiento. Es hacer algo al respecto. Nadie le exigía que llegara con cajas de comida a Coquimbo. Era mostrar un poco de empatía y no largarse mirando la tragedia desde una ventanilla de primera clase.

Después de esto queda una cosa clara: nuestros bomberos son los únicos héroes con vocación de servicio. Para ellos siempre habrá algo que se pueda hacer para ayudar. Y son muchos los que comparten ese compromiso de empatía humanitaria, esa pasión de luchar para parar el sufrimiento que producen esos malditos incendios en Valparaíso y cada accidente, derrumbe, aluvión o inundación a la que van en el norte, en el sur, y para salvar vidas y evitar mayores daños cuando catástrofes ya pasaron, como el terremoto y tsunami del 27F o del 16 de septiembre en Coquimbo.

La poca empatía político-humanitaria de Pizarro deja en evidencia una cosa: la política cada día tiene menos servidores públicos. Ya no queda compromiso, y lo peor, sólo hay egoísmo y la búsqueda del beneficio propio a punta de dinero sucio.

Quizá nos queda una cosa en medio de una sociedad llena de gente que disfraza de eufemismos como “boletas ideológicamente falsas” a turbiedades inimaginables de la política: debemos redirigir la esperanza y el respaldo en esa gente buena, que hace las cosas con pasión y corazón. En esas personas que cuando están de uniforme, con encapuchados bajo el casco, con el hacha en la mano y dando la batalla contra el fuego sobre una escala, están demostrando sin decir palabra alguna.

Apoyemos a esa gente que busca ayudar y no eliminar a través de privatizaciones o normativas que les acomodan. Quizá, los bomberos son el último grupo de personas que empatizan a través de actos y no palabras vacías. Por eso, saquémonos el sombrero ante ellos, y valoremos a nuestros bomberos: el verdadero orgullo de Chile.

Gente que no tiene sueldo, mientras que el de Pizarro lo pagamos entre todos.

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