Columna de José Ignacio Núñez: Remedios contra la angustia anticonstituyente

Ya han pasado varios días desde que la Presidenta de la República difundió los pasos del proceso constituyente que próximamente asumirá nuestro país.

La distancia con el anuncio es amiga de las reflexiones más racionales y evita la tentación de formular críticas destempladas producto de las pasiones políticas, el egocentrismo, o la incorrecta comprensión de los hechos. El tiempo tampoco convierte en incuestionable lo perfectible. Pero, como afirma la sabiduría popular, “lo perfecto es enemigo de lo bueno”.

Por eso es que deseo enfatizar cuatro elementos especialmente relevantes en la propuesta de ruta hacia la nueva Constitución.

En primer lugar, y al contrario de lo que muchos quieren hacer creer, se trata de un itinerario cuidadosamente delineado y estudiado, para cuya configuración se ha escuchado a representantes de diversos sectores políticos, sociales y académicos. Prueba de lo anterior es que existiendo diversos modelos de creación de la nueva Constitución la Presidenta no optó por el que a ella o sus asesores les resultare más convincente. En lugar de eso, decidió entregar esa decisión al ente más capacitado para hacerlo: la ciudadanía y sus representantes.

Por otra parte – teniendo presente el cuestionamiento referido a la legitimidad de origen de la actual Constitución – se propuso un proceso que no tiene precedentes en materia de participación ciudadana. No ha existido en la historia de nuestro país otro momento constituyente que confiera a la ciudadanía tantos espacios de participación incidente en la elaboración a una Carta Magna.

En tercer lugar, es destacable que  sea la misma Presidenta quien presente en este gobierno un proyecto de nueva Constitución que sea fiel reflejo del diálogo ciudadano y no la obra de un grupo de “iluminados”. Eso refuerza el carácter democrático de la nueva Constitución y suprime los temores (potenciados por algunas campañas del terror) de que se persiga una refundación de Chile o que nos embarquemos en una travesía sin carta de navegación.

Finalmente, la decisión de hacer partícipes del proceso a dos Congresos nacionales, uno de ellos sin el lastre del sistema binominal, refleja que esta iniciativa no obedece a proyectos personales, estrategias políticas de corto plazo o “tongos”, como alguien carente de argumentos la ha tildado. Al contrario, expresa una política de Estado en todo el sentido de la expresión, orientada a despojarnos de lastres y retroexcavadoras, que facilite y promueva la consideración de la ciudadanía como artífice de su propio destino y no como marionetas de las generaciones pasadas.

En un contexto como el descrito ¿Qué razones diferentes al egoísmo hay para no querer sumarse a esta invaluable oportunidad de diálogo?

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