Columna de Raúl Sohr: Europa impotente ante refugiados

El flujo de sirios y otros que huyen de conflictos y la pobreza no amaina. Las columnas que avanzan por tierra o arriban por mar oscilan entre cinco y ocho mil personas diarias. Los pronósticos sobre el volumen de los arribos han errado. Con la llegada de las lluvias, fríos y mares embravecidos  se estimó que el éxodo declinaría. No ha sido el caso y las causas están a la vista: las razones de la desbandada son más fuertes que nunca.

En Siria, donde casi la mitad de la población ha sido desplazada de sus hogares y más de cuatro millones han huido del país,  aumenta la ferocidad de los combates.

En Alepo, la mayor ciudad del país, se libran duros choques entre fuerzas rebeldes y tropas del gobierno del presidente Bashar al Assad respaldadas por bombardeos aéreos rusos. También están presentes, en ciertos suburbios, las fuerzas yihadistas del Estado Islámico. En la práctica quien no milita en un bando no puede permanecer allí.

En los últimos días 35 mil personas han abandonado la zona. La visita de Assad a Moscú y el aumento del envío de armas a los rebeldes, por parte de Estados Unidos  y sus aliados, auguran enfrentamientos mayores.

La llegada masiva de refugiados e inmigrantes a los países de la Unión Europea (UE) ha revelado su impotencia política. A lo largo de los meses sus gobiernos no han podido fijar una  posición común. Así las repúblicas que conformaron la ex Yugoslavia cambian sus posturas casi en forma diaria. Un día dejan pasar y al siguiente restringen la llegada. El gobierno húngaro tomó la posición más agresiva contra los refugiados y simplemente selló sus fronteras con alambradas.

Alemania, que ha adoptado una ejemplar política solidaria hacia quienes huyen, comienza a experimentar cuestionamientos serios en el seno del partido gobernante, la Democracia Cristiana (DC). En sus filas un grupo de parlamentarios propugna el cierre de  las fronteras germanas.

La canciller Angela Merkel, líder de la DC, ha percibido la amenaza a su liderazgo. Para frenar el flujo viajó a Turquía donde ya residen más de dos millones de refugiados sirios e iraquíes.

La UE ha ofrecido a Ankara una ayuda por más de 3 mil millones de euros para mejorar las condiciones de los desplazados y así mermar su partida a la UE. Recep Tayyip Erdogan, el presidente turco, ha enrostrado a los europeos su tardanza en acudir al socorro. Además  aprovechó para reiterar el interés de su país por ser incorporado a  la UE. Ante esta petición Merkel respondió que apoyará la petición.

Pero para el ingreso turco se requiere del apoyo de los 28 países que integran la UE. Y  como están las cosas es improbable que ello ocurra. Así la crisis siria se proyecta sobre Europa.

El factor turco
Turquía hace valer su condición de país estratégico. Su posición geográfica situada entre Europa y Asia la convierte en la puerta  al Medio Oriente. Además su condición de país islámico le permite gravitar en el mundo árabe. Así lo que hoy aparecen como fortalezas en el pasado fueron consideradas debilidades por algunas capitales europeas.

Se ha señalado que Ankara está en Asia y sólo una pequeña parte del país, cinco por ciento, forma parte del viejo continente. El Vaticano y algunos países católicos prefieren dejar al margen a un gran estado musulmán. La actual coyuntura podría, después de todo, ayudar a Turquía.

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