Columna de Hugo Tagle: Santos y difuntos ¡los reyes de Halloween!

Halloween significa “All hallow’s eve”, del inglés antiguo, y significa “víspera de todos los santos”, ya que se refiere a la noche del 31 de octubre, la antesala de la Fiesta de Todos los Santos.

Sin embargo, una antigua costumbre anglosajona le robó su estricto sentido religioso para celebrar en su lugar la noche del terror, de las brujas y los fantasmas.

En el hemisferio norte se celebra el inicio del tiempo otoñal, la recolección de productos del campo y de las famosas calabazas, nuestros modestos zapallos. En simple, una fiesta que, así celebrada, no tiene nada que ver con nuestra época del año, lejos de las cosechas y de la recolección de zapallos. Ello correspondería más bien a marzo o abril.

Sí celebramos Todos los Santos y, junto a ellos, a los difuntos. La Iglesia reza por los difuntos todo el año, los recordamos en misas, oraciones, momentos de familia. Pero reservamos el 1 de noviembre para recordar y rezar también por esos miles, millones, que han muerto anónimamente y nadie los recuerda.

El papa Francisco nos dice que “las oraciones de intercesión y de súplica por los difuntos tienen un gran valor. El Señor siempre se conmueve por las súplicas de sus hijos, porque es Dios de vivos”.

Nuestros difuntos siguen vivos, nos acompañan desde el cielo y rezamos para que efectivamente estén allí. Como dice el catecismo todos, tras la muerte, haremos un peregrinaje hacia el hogar definitivo, pero antes debemos expiar las faltas cometidas en la Tierra. Eso se llama purgatorio, la antesala del cielo. Y bueno, nuestra oración por los muertos ayuda a que ese paso sea breve. A su vez, ellos interceden con su oración por nosotros. No están de ociosos en ese camino. Esa tía, abuelita, mamá que murió, está rezando por usted.

Hacemos bien en visitar el lugar donde descansan sus restos. Los cementerios son lugares sagrados, de respeto y cuidado. Muchos los visitan en esta fiesta. Pero lo más importante es recordarlos en la oración. Rece por ellos y ellos rezarán por usted.

Y celebramos a “todos los santos”, a esos miles de mujeres y hombres anónimos, que ya se encuentran en el cielo e interceden por nosotros. Los santos son modelos de vida, ejemplos  de comportamiento, de buena conducta y trato para con los demás.

Tenemos a los grandes, como el Padre Hurtado o Teresita de Los Andes. Pero los hay anónimos, quizá algún familiar suyo que vivió “santamente”, no porque no haya pecado, sino porque hizo tanto bien en esta tierra, que ya se encuentra en la gloria del cielo.

Aspire usted a ser uno de ellos; a dejar una buena estela y recuerdo en los demás, para que el cielo sea su hogar definitivo.

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