Columna de Raúl Sohr: Argentina, la incógnita del balotaje

Argentina elegirá su próximo presidente el 22 de noviembre. De un punto de vista simbólico es una elección trascendental en un país que ha estado gobernado durante  docena de años por el llamado peronismo K, de los esposos Kirchner.

Ante esta realidad, a Mauricio Macri, líder de la derecha, le bastaba erigirse como el candidato del cambio y denunciar los no pocos entuertos de  los gobiernos K. Pero Macri fue cuidadoso y no atacó los logros del último decenio y anticipó que respetaría los subsidios y beneficios sociales, además de no privatizar empresas estatales. Así postuló que él representaba el cambio con continuidad. Cambios para favorecer al sector empresarial y continuidad para los beneficios que alcanzan al grueso de los argentinos.

El candidato del oficialismo, designado por la propia presidenta, Daniel Scioli, que se desempeñaba como gobernador de la provincia de Buenos Aires, prometió la continuidad con cambio.

Scioli fue austero en propuestas y ambiguo en detallar los puntos de su programa. Algo de lo que parece haber tomado conciencia luego de los resultados adversos obtenidos. Lo primero que hizo al ver cuán estrecha era la diferencia con Macri fue proponerle un  debate para contrastar los  méritos de “dos modelos” propuestos. El discurso oficialista afirma su proyecto “nacional y popular” (nac&pop, en breve). La palabra clave de los K es la inclusión.

El tercer lugar lo ocupó Sergio Massa con una votación importante que lo deja en buena posición negociadora de cara al balotaje.

En todo caso, de momento el ímpetu electoral favorece a Macri. La resonante victoria de su candidata María Eugenia Vidal a la gobernación de la provincia de Buenos Aires, donde vota el 37 por ciento de la población, es un gran golpe al peronismo. En especial contra Aníbal Fernández, jefe de gabinete de la presidenta, que poco antes de los comicios proclamó: “Of course que le gano a Vidal, por 10 puntos”, pero terminó perdiendo por más de cuastro puntos.

Fernández encarnó el estilo agresivo, descalificador, que ha polarizado al país al punto que la diferencia entre los bandos es llamada “la grieta”,  y que describe la actitud de “ellos o nosotros” asumida por el peronismo K.

Como en todas las segundas vueltas se dice que ésta es una nueva elección. No debe subestimarse la formidable y bien aceitada maquinaria electoral peronista así como su capacidad negociadora. Pero hasta el momento todo indica que Cambiemos, el movimiento que lidera Macri, ha sabido interpretar mejor el sentir del electorado. Todo está por jugarse.

El yerro de las encuestas

A lo largo de la campaña presidencial las encuestas pronosticaron, con algunas variaciones, que el oficialista Daniel Scioli obtendría alrededor del 40 por ciento de las preferencias. Le seguiría Mauricio Macri, con el apoyo del radicalismo, con 30 por ciento, y remacharía el peronista disidente Sergio Massa, con 20 por ciento. Los datos duros fueron 36,8% para Scioli, 34,3% para Macri y 21,3% Massa. Una causa de la imprecisión fue el uso y abuso de las encuestas telefónicas. Muchos votantes acosados rechazaban responder las preguntas. Se estima que hasta el 70% de los consultados simplemente colgaban el teléfono. Una segunda razón fue el cambio de las intenciones de voto en las últimas semanas, en especial al interior del país. El voto por Macri aumentó fuerte en las provincias de Buenos Aires, Córdoba y Santa Fe.

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