Columna de Raúl Sohr: China, el fin de los pequeños emperadores

El gobierno chino anunció el fin de la normativa que permite tener sólo un hijo. El anuncio hecho por el Partido Comunista, la semana pasada, señala que a partir de marzo del año venidero se: “Aplicará una política que autoriza a las parejas a tener dos hijos, dando así pasos para impedir el envejecimiento de la población”.

Desde 1978 a la abrumadora mayoría de la población le está prohibido tener más de un vástago. Fue una política instaurada bajo el gobierno de Deng Xiaoping.

Dada la pobreza y la abundante población del país limitar el crecimiento demográfico aparecía como una  medida económica deseable. Las autoridades señalaron que era preferible mejorar la vida de menos ciudadanos que dejar a muchos en la pobreza.

Para calibrar el impacto de esta directiva, aplicada con rigurosidad, los no nacidos a consecuencia de la restricción sumaron unos cuatrocientos millones. El conjunto de la población latinoamericana suma 525 millones.

Mao Tse Tung, el  líder de la revolución china, era partidario de la plena libertad reproductiva. Ello calzaba bien con la base campesina que llevó a los comunistas al poder. La tasa de natalidad en los años 60 era de seis hijos por mujer. En el mundo rural una familia numerosa equivalía a un fondo de pensión. Las generaciones emergentes cuidaban de los ancianos. Una filosofía bien implantada en el confucianismo. Los abuelos velaban por sus nietos y las madres quedaban liberadas para trabajar en los campos. Así los más viejos transmitían su sabiduría y prejuicios a los menores.

La revolución económica impulsada por Deng tuvo más peso que la prohibición de tener hijos. El ingreso masivo de las mujeres al trabajo asalariado y la urbanización masiva cambió todo.

Así ha ocurrido en el mundo sin excepción. La tasa de natalidad bajó en  forma acelerada. A tal punto que hoy es de 1,6 hijos por mujer. Ello no es suficiente para reemplazar la población actual que bordea los 1.400 millones de personas. La prueba que la política que llega a su fin era redundante está en que en 2013 se permitió a algunas familias, si cumplían con ciertos requisitos, tener un segundo hijo. La medida no estimuló un aumento de nacimientos.

En las grandes ciudades el precio del metro cuadrado de los departamentos es prohibitivo, así como el de las guarderías privadas. Ahora, en la mayoría de los casos,  los abuelos no pueden hacerse cargo de los nietos.

El Partido Comunista ha enfrentado duras críticas por su política demográfica. En los campos ejerció una dura represión que incluía abortos forzados e incluso erradicación de los transgresores. Los  sectores más pudientes, a su vez, debían pagar altas multas. Pero para un grupo creciente de familias acaudaladas ello era un castigo menor. Otra consecuencia indeseada es que los niños únicos son tan mimados y sobreprotegidos, por padres y abuelos, que se les ha llamado los pequeños emperadores.

Desequilibrio de género
“Tenga menos hijos, plante más árboles” rezaba un eslogan distribuido en carteles a lo largo de los campos chinos. Enfrentados a la opción de un solo crío muchas parejas optaron por el infanticidio de las hijas a la espera del nacimiento de un varón. Esta actitud ha llevado a un desbalance entre el número de mujeres y varones que se traduce en unos 30 millones de hombres solteros que no encuentran esposa. Frente a la escasez se ha sugerido un período de poliandria: una mujer con más de un marido.

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