Columna de Ernesto Silva: Pensando Chile para los adultos mayores

¿Sabía usted que para el año 2020 se estima que uno de cada cinco chilenos será un adulto mayor? ¿Sabía que la esperanza de vida al nacer ya está llegando a los 80 años en promedio? ¿Sabía usted que en el mundo para el año 2015 tendremos más de 400 millones de habitantes con más de 80 años?

Chile, al igual que muchos países del mundo, va camino a convertirse en un país con una alta población de adultos mayores. Inmediatamente surge la pregunta: ¿estamos preparados para ser un país de adultos mayores?

La realidad de nuestro país está cambiando y con fuerza. El aumento de adultos mayores significa muchos desafíos que tenemos que detectar y enfrentar con decisión e inteligencia.

Los adultos mayores jubilan a los 60 y 65 años, pero en promedio viven hasta cerca de los ochenta. Pretender que las pensiones resuelvan el financiamiento de los ingresos por un período tan largo de tiempo es algo muy difícil. ¿Qué hacemos?

Por otra parte, con el aumento de la esperanza de vida y el avance de la ciencia y la tecnología aumentan también los tratamientos y medicamentos para lograr una mejor calidad de vida en la vejez. ¡Gran noticia! Pero al mismo tiempo ¡grandes costos! ¿Cómo lo abordamos?

En el plano personal, la realidad de nuestro país da cuenta que uno de los principales problemas de los adultos mayores es la soledad. Sí, el sentirse solos y muchas veces abandonados en una etapa tan importante de la vida. Las familias hoy son cada vez más pequeñas y más personas en el hogar deben trabajar, quedando menos capacidad para acompañar y cuidar de los adultos mayores. ¿Cómo enfrentamos este desafío?

Así como los temas mencionados, hay muchos más. Esto nos debe llamar a reaccionar con sentido de urgencia. Aquí van algunas ideas.

Valorar la economía de la experiencia. Los 60 o 65 años de hoy son muy distintos a los de hace treinta años. Hoy los adultos mayores al momento de su jubilación están en condiciones plenas para seguir contribuyendo activamente al desarrollo de su país y su comunidad.

Por eso hay que pensar, como se ha hecho en otras partes del mundo, en los desafíos de la “economía de la experiencia”. Un estatuto laboral flexible para los adultos mayores, que les permita trabajar en jornadas parciales y con mucho más flexibilidad que el resto de los trabajadores.

Programas de re-emprendimiento para adultos mayores: las personas mayores tienen mucha experiencia, criterio y claridad en lo que quieren lograr; por ello la posibilidad de fomentar el re-emprendimiento en los adultos mayores puede ser una innovación explosiva y sorprendente. Así como estas dos ideas que se han implementados en muchos lugares para dar vida a la economía de la experiencia, tenemos que pensar en muchas más.

Salud, deporte y calidad de vida. La tercera y cuarta edad hay que vivirla en plenitud. Nuestros adultos mayores se lo merecen. Estimular la movilidad de los mayores, mejorando las condiciones para el transporte, ya sea ofreciendo tarifas especiales o a través de iniciativas innovadoras, es clave para mantener viva la actividad, la autonomía y la actividad.

El deporte en los adultos mayores crece y es cada vez más necesario: genera bienestar, alegría y salud. Para ello es necesario seguir fortaleciendo la creación de bienes públicos y espacios que convoquen a ello.

En materia de salud, es urgente no sólo abordar el tema de los remedios, sino otros que son fundamentales. Un ejemplo: hoy los adultos mayores tienen que ir a controles a consultorios con grandes horas de espera. ¿Por qué no avanzar hacia consultas con médicos y profesionales de la salud por internet vía smartphones, computadores y otros? Los adultos mayores están cada vez más preparados para eso, e invertir en educación tecnológica y herramientas nuevas puede ser un gran acierto.

Soledad, vivienda y comunidad. Nadie quiere enfrentar el problema de la soledad pero llegó el momento de hacerlo. Ello implica, de partida, pensar en las viviendas y en los barrios de forma tal que sean inclusivas para los mayores.

Apoyar y subsidiar el cuidado de los adultos mayores en las viviendas con sus familias es un camino, pero pensar en barrios y viviendas orientadas a personas solas que quieran compartir puede ser el gran paso urbanístico en las nuevas ciudades que queremos construir.

Los adultos mayores serán cada vez más y tenemos que reconocer su dignidad y valor. Para eso tenemos que ser creativos e innovadores, y fundamentalmente, tenemos que actuar ahora ya.

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