Columna de Raúl Sohr: El terrorismo yihadista

La caída del avión ruso en Egipto ha dado pie a explicaciones diversas. Moscú y El Cairo, los más afectados, negaron en un inicio que se tratase de un atentado terrorista. Ello pese a que el ataque fue reivindicado desde el primer momento, el 31 de octubre,  en este comunicado : “Los combatientes del Estado Islámico lograron derribar un avión sobre la provincia del Sinaí con más 220 cruzados rusos a bordo”.

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El EI agregó: “Ustedes deben saber, rusos y sus aliados, que no tendrán seguridad alguna  en tierras musulmanas  o en su espacio aéreo… la muerte diaria de inocentes en Siria a causa de vuestros bombardeos les acarreará desastres… Así como ustedes matan,  ustedes serán muertos”.
 
 Los yihadistas golpearon a dos enemigos con un tiro. En primer lugar, la matanza de 224 rusos que viajaban a bordo del vuelo de Metrojet era la respuesta a los bombardeos rusos en su contra en Siria. Para Egipto, gobernado por una dictadura militar anti islámica, era golpear un punto crítico de su economía: el turismo representa el 13 por ciento del producto interno bruto, lo que equivale a unos 36 mil millones de dólares.

El balneario de Sharm el Sheij, de donde provenían los turistas, es el principal centro turístico playero de Egipto. El país del Nilo está además en una guerra civil larvada con los Hermanos Musulmanes, cuyo gobierno de Mohamed Mursi fue depuesto por un cruento golpe de estado en 2013.

En esas condiciones el presidente Abdel al Sissi reclamó que tenía pleno control de su territorio y descartó la acción de terroristas.

Para Moscú, a su vez,  admitir el atentado abría la vía a cuestionamientos por entrar en el conflicto sirio. Aunque para Rusia el fundamentalismo islámico es una amenaza doméstica pues un gran número de yihadistas del EI son rusos musulmanes o provienen de las ex repúblicas soviéticas con mayorías musulmanas.

Hoy, después de la escucha de las cajas negras, hay casi total certeza de que fue una bomba la que destruyó al Airbus 320. La pregunta ahora es cómo fue colocado el explosivo a bordo de la nave. Hay una variedad de posibilidades: pudo ser un pasajero que aceptó un paquete, tal vez un yihadista ruso o quizá personal de tierra en el aeropuerto.

Cualquiera sea el método utilizado las autoridades aeronáuticas tomarán medidas drásticas de control en todos aquellos países donde opera el EI. Ello podría significar una clasificación de los aeropuertos en función de su seguridad. Aquellos que no cumplan con los estándares exigidos por las autoridades internacionales verán prohibidos los vuelos de los principales transportadores aéreos.

Es algo que ya ocurre con algunas aerolíneas que por su baja calidad tienen vedado volar a Estados  Unidos o Europa. En todo caso comienza una nueva fase en la larga lucha entre la seguridad aérea y los grupos terroristas empeñados en destruir aviones para reivindicar su causa.

Egipto en la encrucijada
Egipto, el más populoso de los países árabes, enfrenta serios retos a su seguridad.  Libia, su vecino occidental, está desgarrado por una guerra civil y de allí proviene un amplio tráfico de armas de grueso calibre. El EI ha ganado terreno en Trípoli luego de la caída del régimen del coronel Muammar Gaddafi. Los yihadistas han despachado recursos y armamento a sus correligionarios que combaten en la península de Sinaí y en el resto del país contra el gobierno militar que cuenta con escasa legitimidad. La perspectiva de una expansión del EI hiela la sangre de muchos egipcios y de la comunidad internacional.

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