Columna de Joel Poblete: "Secretos de una obsesión", innecesario pero eficiente remake

Así como en Hollywood el lugar común indica que “nunca segundas partes son buenas” o que “es mejor el libro”, pese a que en ambos casos hay notables excepciones, también el cliché de que rara vez un remake superará o siquiera igualará al filme que lo inspiró, suele ser efectivo, especialmente cuando el original goza de prestigio de público y crítica.

Y en las últimas décadas el cine estadounidense ha exacerbado el recurso, con poco memorables nuevas versiones de clásicos como “Psicosis”, “El planeta de los simios”, “La profecía”, “El día que la tierra se detuvo” y “Carrie”, por mencionar algunas.

Esto suele ser aún peor cuando las adaptaciones se basan en elogiados títulos de otros países, y es aquí donde el cine asiático y europeo suele ser la víctima. Y en lo que respecta a las producciones hispanohablantes, el panorama tampoco ha sido muy positivo: basta con recordar lo que Cameron Crowe hizo al adaptar la española “Abre los ojos” en “Vanilla Sky”.

En el cine latinoamericano, hace una década “Criminal” intentó sin mayor éxito emular los aciertos de la cinta argentina “Nueve reinas”. Y es precisamente con otra elogiada película transandina protagonizada por Ricardo Darín con la que nuevamente Hollywood intentó probar suerte.

¿Era necesaria una nueva versión de la notable y premiada “El secreto de sus ojos”? Definitivamente no: si el filme de Juan José Campanella, estrenado en 2009, fue un éxito en todo el mundo e incluso ganó un Oscar, fue porque era efectivo en distintos ámbitos, y por lo mismo era capaz de emocionar e interesar en las más diversas latitudes.

¿Funciona este llamativo remake, que cuenta con un elenco estelar que reúne a un nominado al Oscar y dos ganadoras de la estatuilla a la mejor actriz? A pesar de los prejuicios, sí, e incluso es mejor de lo que se podía esperar… lo que no necesariamente quiere decir que sea una gran película.

Para quienes ya vieron la película de Campanella, el argumento y sus giros y sorpresas serán prácticamente los mismos. Es verdad que acá la Argentina en dictadura es reemplazada por el Estados Unidos que aún intentaba superar la paranoia luego de la caída de las Torres Gemelas, por lo que el contexto político y social es distinto; y también es cierto que dos importantes personajes masculinos aquí se fusionan en uno femenino, encarnado con histriónico despliegue por Julia Roberts.

Pero más allá de eso las diferencias son muy pocas, a lo que hay que sumarle que el elemento amoroso que en la original le daba un cautivador matiz romántico y poético a la trama criminal, está acá aún más en segundo plano, y el humor y el sarcasmo de algunas situaciones es mucho más escaso, ya que lo que prevalece es el drama.

Hay que reconocer que en su adaptación el director y guionista Billy Ray es muy eficaz y sabe mantener el ritmo y la urgencia del argumento, pero el resultado no llega demasiado lejos, incluso si juzgamos al producto por sí mismo sin pensar que es un remake. El veredicto final lo tiene el espectador.

“En el corazón del mar”

Luego de encantar a las audiencias en los años 60 y 70 como actor infantil y juvenil, el estadounidense Ron Howard ha desarrollado una carrera como cineasta que ya se remonta a más de tres décadas y abarca una veintena de largometrajes, conformando una filmografía activa pero irregular, en la que caben éxitos populares como “Splash”, “Cocoon”, “El Grinch” y “El código Da Vinci”, títulos multipremiados pero cuya calidad es debatible como “Una mente brillante” y ocasionales aciertos como “Apolo 13” y “Frost/Nixon”.

En esta última categoría puede afortunadamente figurar este nuevo filme, ambientado a mediados del siglo XIX y que se centra en un episodio real: el hundimiento de un barco ballenero que impulsó a Herman Melville para escribir su célebre “Moby Dick”.

Tal como ya demostró hace una década con “El luchador”, Howard es un artesano que sabe desarrollar y guiar un sólido relato clásico que evoca a los filmes de antaño (aunque pierde algo de ritmo por el camino), y cuenta acá con la espléndida fotografía de Anthony Dod Mantle y un buen reparto que entrega convincentes actuaciones, además de una ambientación y efectos especiales que en verdad consiguen que el espectador se sienta navegando en alta mar.

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