¿Se acuerda de la película “El día de la marmota”? En ella, Bill Murray interpretaba a un insoportable meteorólogo que, por alguna razón, estaba condenado a despertar cada mañana, una y otra vez, en el mismo día de la semana, del mismo mes y año. Bueno, en estos días pareciera que esa condena la está sufriendo la Nueva Mayoría, que está reviviendo, paso a paso, casi los mismos hechos del verano pasado.
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Por ejemplo, los conflictos por sus reformas. En enero del año pasado, el Gobierno estaba sumido en un frenesí legislativo, presionando al Congreso por la aprobación de su reforma educacional, desoyendo a los parlamentarios más sensatos que pedían más tiempo para dialogar y hacer de esa manera una buena ley. Lo mismo ocurre hoy con la reforma laboral y, tal como en el 2015, el Ejecutivo ha tenido que improvisar, negociar y hacer cónclaves para poner orden entre sus parlamentarios y así aprobar su agenda política.
Otro ejemplo: sus problemas de probidad pública. A principios de febrero del 2015, la revista Qué Pasa publicaba un reportaje dando a conocer la existencia de Caval, la “empresa” de Natalia Compagnon. Hace pocos días, la nuera de la Presidenta Bachelet fue formalizada por delitos tributarios, mientras sus querellantes piensan en solicitar su prisión preventiva. Después supimos que, la misma Compagnon, reconoció que Caval le pagó $20 millones a Ana Lya Uriarte, jefa de Gabinete de la mandataria por asesorías al empresario Gonzalo Vial, quien, a su vez, acusó a Caval de haberlo engañado para conseguir $1.200 millones. Otra figura de La Moneda enredada en estos asuntos es Cristián Riquelme, director administrativo de la sede de Gobierno, quien habría recibido grandes sumas de dinero de manos de Giorgio Martelli… Een fin, la lista de este tipo de situaciones es bastante larga.
Como vemos, todo indica que este verano será tan malo o peor que el anterior para el Gobierno. Y podría ser peor, porque el año pasado, Bachelet enfrentaba estos problemas con un 37% de aprobación y un 51% de desaprobación. Sin embargo, hoy sólo cuenta con un 24% de apoyo y con el 68% de rechazo de los chilenos. Ante tal panorama, sólo es seguro que La Moneda no debería seguir el criterio del Presidente Ramón Barros Luco, quien afirmó que «no hay sino dos clases de problemas: los que se resuelven solos y los que no tienen solución». Porque los problemas mencionados tienen solución pero, en ningún caso, se arreglarán solos.
Pero, al parecer, La Moneda cree que estos problemas se resolverán solos, ya que, durante un año, el Gobierno ha sido un mudo espectador de esta cadena de escándalos. Formar la Comisión Engel fue buena idea, pero no es una solución, pues la implementación de sus medidas y propuestas tardará tiempo y sus efectos no serán inmediatos. Mientras tanto, la pasividad del Gobierno podría acelerar su desplome en las encuestas y terminar arrastrando en su caída a más instituciones, dañando gravemente al país. En medio de esta tempestad, el Gobierno en lugar de navegar hacia un rumbo, zozobra a la deriva, apenas flotando hacia donde lo llevan las olas.
En la película “El día de la marmota”, el insufrible meteorólogo pudo librarse de la maldición de vivir para siempre el mismo día cuando se hizo cargo de sus problemas, abandonó sus prejuicios y corrigió sus defectos. Dice el refrán que “más vale ponerse colorado una vez que cien veces rojo”; por eso el Gobierno debería hacer de una vez, una autocrítica profunda y seria, admitir sus culpas y errores, dar vuelta la página y gobernar sin dogmatismos. En pocas palabras: asumir el realismo y, aunque duela, con renuncia.
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