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#Cayastá un pueblo que te atrapa. pic.twitter.com/ZxrgkF1ekw
— Turismo Cayastá (@TurismoCayasta) enero 11, 2016
La reciente caída de Joaquín «El Chapo» Guzmán ha desatado una fiebre difícil de comprender. Es indudable que el capo del narcotráfico aún está en boca de todos y, además de odios, despierta inexplicable interés en determinadas personas. Desde la avalancha de ventas de su singular camisa en California, Estados Unidos, hasta la última tendencia que se impone en Latinoamérica: los «narco tours» donde los turistas buscan visitar los lugares emblemáticos por los que pasó quien hasta hace días era uno de los hombres más buscados del mundo.
Las autoridades municipales de la ciudad mexicana de Mazatlán, en el estado de Sinaloa, donde tuvo la lugar la primera detención de Guzmán, no niegan que han visto crecer en más de un 15% las visitas turísticas en los últimos tiempos de visitantes que quieren conocer y fotografiarse frente al ya célebre edificio ‘Miramar’. A esta altura, ha pasado a ser el lugar más fotografiado del puerto. En la habitación 401 de ese inmueble frente al malecón de Mazatlán, el exlíder del cartel de Sinaloa fue apresado el 22 de febrero de 2014, después de haberse fugado por un túnel secreto que estaba en el baño de la vivienda, y que él mismo había ordenado construir.
Pero eso no es todo. Los taxistas ya han comenzado a fomentar por alrededor de 20 dólares (unos 15 euros) trayectos que incluyen puntos obligados del «narco tour»: la espeluznante ruta por el Santuario de Jesús Malverde (considerado el santo patrono de los narcos), los muros agujerados por las balas entre bandos enfrentados a metros del lugar o el puente donde fueron colgados los cuerpos de varios enemigos de Guzmán.
La oferta insólita incluye «paquetes turísticos» que conducen hasta Culiacán, a 200 kilómetros de Mazatlán, para visitar el estacionamiento del centro comercial donde en 2008 asesinaron al «Chapito», hijo de Guzmán, o el cementerio Jardines de Humaya, también llamado el narco cementerio («Único panteón del mundo donde todos los muertitos eran ricos», explican los taxistas a los turistas). En el lugar se pueden ver mausoleos con teléfono, aire acondicionado, cámaras de vigilancia y hasta piedras preciosas incrustadas en las lápidas.
Cayastá, en Argentina
La segunda captura del Chapo, ocurrida el pasado 8 de enero, ya ha agregado más paradas al trayecto original. La de la ciudad de Los Mochis, también en Sinaloa, donde estuvo escondido el narco en una pocilga hasta que fue recapturado gana cada vez más visitantes. Pero no solo hay interés por conocer los destinos donde estuvo el Chapo. Otro de los casos más resonantes y recientes en materia de narcotráfico tuvo lugar en Argentina, cuando tres delincuentes (vinculados a la efedrina) condenados a cadena perpetua por un triple crimen escaparon de una cárcel de máxima seguridad a finales del pasado año. Durante dos semanas permanecieron prófugos, hasta ser recapturados en el pequeño municipio de Cayastá, en la provincia de Santa Fe.
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Ese humilde pueblo rural intenta ahora sacar rédito de su súbita fama con una insólita propuesta: una visita guiada por los caminos donde recapturaron a los prófugos. Con frases como «Un pueblo que te atrapa», «El pueblo más buscado» o «Cuando conoces los encantos de Cayastá caes rendido», las autoridades municipales no quieren desaprovechar esta oportunidad para recibir turistas.
Uno de los pioneros que ha creado la tendencia del turismo narco en Sudamérica ha sido Pablo Escoviar Gaviria. Desde 1993, cuando el narco colombiano cayó definitivamente en Medellí, sus lugares habituales donde transitó no han parado de recibir visitantes hasta el día de hoy. La «narco-ruta» turística arranca precisamente en Medellín, continúa por su tumba, por los edificios y mansiones que le pertenecieron (construcciones geométricas con varios pisos y el frente de color blanco, en honor a la cocaína), por las ruinas del Edificio Dallas (el llamado Centro de Negocios desde el que el narcotraficante arrancó su negocio de la droga), por la cárcel cinco estrellas que se mandó construir cuando cayó preso, o las cabinas telefónicas desde las que realizaba llamadas en la clandestinidad cuando escapó.
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