Se anunció un aceleramiento en la tramitación de las causales de aborto bajo tres excepciones. Hasta ahora, pareciera que se deja para marzo. Lamento la insistencia en el tema, lo cual en nada aportará al desarrollo de Chile. Será más bien un retroceso ¿Tendremos menos pobreza? ¿Mejor educación? ¿Mejor salud? Nada de eso.
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La introducción del aborto, aunque sea en forma excepcional, es un debilitamiento enorme de los derechos de las personas y, lo más grave, de quienes tienen el legítimo derecho a nacer.
Como he dicho en otras columnas, la mejor campaña contra el aborto resultó ser la Teletón.
Esta noble iniciativa, sin pronunciarse sobre el tema en cuestión, a través de los testimonios, las familias involucradas, los esfuerzos y medios invertidos, nos demostró a todos los chilenos que la vida siempre es posible, que nadie sobra, que a todos hay que dar una oportunidad para vivir. Que no tenemos derecho a decidir quién viene a la vida y quién no.
El lenguaje positivo y los buenos ejemplos son el mejor argumento contra el aborto. Y en eso, nos falta mucho.
Junto con esforzarse en que no se abra una grieta que signifique una puerta de entrada para todo tipo de abortos, nos debemos esforzar con tanta y mayor fuerza en apoyar más la vida del que está por nacer y su madre.
En Chile, el embarazo para muchísimas mujeres sigue siendo algo caro, un proceso complejo, poco considerado, menospreciado, fuente de tensiones y no de alegrías.
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Somos mezquinos con los apoyos al pre y postparto. Nos llenamos la boca con eso del «amor a la vida» pero, a la hora de meternos las manos al bolsillo para mejorar sueldos de la mujer casada, permitir tiempos de lactancia razonables, apoyo real al pre y postnatal, comienzan los reclamos, miradas evasivas, excepciones, letra chica.
No somos un país tan amante de los niños como se dice. Se los corretea de todos lados. Si no hay «nana», para muchos pareciera que el mundo se les acaba, se les vuelve «un infierno». Mal testimonio damos a los matrimonios jóvenes, que finalmente postergan la llegada de los hijos y, al tenerlos, no siempre saben convivir con ellos.
El enriquecimiento material, los mayores medios y el mejor estándar de vida de muchos chilenos, no ha ido acompañado a un apoyo y amor real a la familia y a los niños. La mejor campaña pro vida será la que espante todos los fantasmas en torno al embarazo; la que haga atractivo el tener familia, en que ninguna mujer embarazada sienta que se transforma en una molestia, en una incomodidad.
Ahí estaremos hablando de amor a la vida.
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