Esto de quererse, no es cosa fácil. Para amar a otro, hay que ponerle mucha voluntad, maña, esfuerzo y trabajo. No es llegar y abrazarse.
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La proximidad de la fiesta de San Valentín, día de los enamorados, nos ofrece la oportunidad de reflexionar sobre esto del amor entre esposos, pololos, novios.
Según las encuestas, el pololeo como lo entienden los chilenos es tanto fuente de alegría como de miedo. Más de un tercio de las mujeres en una relación amorosa formal reconoce haber sido objeto de maltrato, amenazas e incluso golpes. Por «temor a perder al pololo» no dicen nada, callan, piensan que es pasajero, que va a cambiar, que es cosa de tiempo. Y la cifra negra puede ser mayor aún.
El buen trato dejó de ser la regla general. Me he sorprendido viendo a parejas de pololos que, definitivamente, se tratan mal. Bromas pesadas, respuestas duras, faltas de cortesía, mucho garabato, actitudes displicentes. Por querer pasar por iguales, la relación termina teñida de colores machistas, en que la mujer sale perdiendo. El exceso de confianza puede llevar al abuso, a herir al otro, quizá sin buscarlo pero, finalmente, resulta tarde para los arrepentimientos.
Una relación que se supone está «llena de amor» se transforma en una especie de gallito en que pareciera que reconocer errores o aceptar la opinión del otro es perder. Todo lo contrario. En una relación amorosa, se debe buscar el acuerdo de voluntades, los puntos en común, lo que nos une antes que lo que nos separa.
En el amor, o los dos pierden o los dos ganan. Muchos piensan que, si hay un compromiso, el otro casi me pertenece, por lo que se empieza un juego de extorsiones, casi de amenazas a costa de los sentimientos del otro. No se puede amar así. Eso no es el amor.
Querer a otro es respetarlo, hacerlo sentir bien, buscar que se realice como persona, que sea feliz. La felicidad consiste justamente en ver felices a las personas que tengo a mi lado, en particular a quienes siento parte de mi familia y con los que tengo un compromiso formal.
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Las palabras de San Pablo sobre el amor sirven siempre de guía: «El amor es paciente, es servicial; no es envidioso, no es jactancioso, no se engríe; es decoroso; no busca su interés; no se irrita; no toma en cuenta el mal; no se alegra de la injusticia; se alegra con la verdad. Todo lo excusa. Todo lo cree. Todo lo espera. Todo lo soporta» (1Cor13,13).
Quien ama, se compromete, toma en serio su palabra y la del otro. De ahí que las formalidades en este campo, son importantísimas. Un pololeo es algo muy serio. Hay un compromiso con la otra persona. Supone exclusividad en tiempo y medios. Supone dedicarle tiempo y energías, valorarlo y permitirle que llegue a ser mejor cada día.
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