El complejo y siempre delicado tema de los abusos de menores perpetrados por sacerdotes y miembros de la Iglesia Católica ha sido abordado en diversas ocasiones por el cine reciente, con ejemplos en Hollywood como «La duda» (2008), en la que John Patrick Shanley filmó la adaptación de su propia obra teatral, o sin ir más lejos en nuestro país el año pasado con la exitosa y comentada «El bosque de Karadima».
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Siempre es difícil abordarlo de manera convincente y sobria, buscando equilibrar lo sórdido y lamentable de este tipo de casos con los inevitables componentes emotivos de estas historias, y es por eso que «En primera plana» obtiene tan convincentes resultados, lo que le ha permitido recibir premios y elogios de la crítica y el público, e incluso postular actualmente a seis Oscar, incluyendo mejor película, director y guión original.
En este caso, más que los abusos mismos, lo que está al centro es la laboriosa investigación periodística publicada en 2002 y que culminó con un premio Pulitzer al año siguiente, llevada a cabo por un grupo de profesionales del periódico Boston Globe a cargo de la sección Spotlight -título original de la película- para destapar los abusos sistematizados en la archidiócesis local, remeciendo no sólo a Boston sino además a todo Estados Unidos, y convirtiéndose en un estandarte en la lucha mundial por destapar la verdad en este tipo de delitos.
Desde su debut como cineasta en 2003 con «The Station Agent», el director y guionista Tom McCarthy ha dejado una positiva impresión por el tratamiento sutil y humano que da a sus historias y personajes, casi siempre en relatos mínimos y en tono cotidiano, como en la emotiva «Visita inesperada» (2007).
Es verdad que su filmografía tuvo un notorio y sorprendente tropiezo con «Zapatero a tus zapatos», comedia protagonizada por Adam Sandler que estuvo hace menos de un año en la cartelera local, pero con «En primera plana» corrige el rumbo y consigue que su quinta película convenza, interese y capture al espectador, esquivando con sobriedad el sensacionalismo, aunque hay que reconocer que a veces su contención puede parecer excesiva, pese a que tampoco su enfoque es derechamente frío o clínico.
Como McCarthy ya ha dejado en claro en los anteriores títulos de su filmografía, su formación como actor -lo vimos en roles secundarios en cintas como «La familia de mi novia», «Syriana», «Buenas noches y buena suerte» y «La conquista del honor»- ha incidido probablemente en poder desarrollar un gran talento dirigiendo a sus colegas, conformando repartos sólidos y convincentes, cualidad que brilla especialmente con el notable elenco de «En primera plana», en interpretaciones afiatadas, creíbles y llenas de matices.
Quizá la película no es la obra maestra que muchos aplauden, pero de todos modos su acercamiento a un tema como éste es lo suficientemente logrado y potente como para que merezca ser visto. Y para quienes suelen disfrutan en el cine de historias de periodistas, investigaciones y denuncias en la línea de la clásica «Todos los hombres del presidente», es sin duda un imperdible entre los estrenos del año, que coincide casualmente en cartelera con «Conspiración y poder».
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«Deadpool»
Desde su atractiva secuencia de créditos iniciales, este primer largometraje de Tim Miller se muestra entretenido, irreverente y dinámico. Es cierto que su violencia raya en el sadismo, pero a la vez es muy efectiva para esta historia protagonizada por un personaje de Marvel con muchas connotaciones negativas, lo que hace aún más ingeniosa su vuelta de tuerca al género -con ecos de lo que ya consiguieron previamente filmes como «Kick-Ass» y el año pasado «Ant-Man», sobre todo por su humor e incorrección política.
Juega a su favor un guión divertido y que aprovecha bien los recursos narrativos, los saltos temporales y los momentos en que el protagonista habla directo al espectador como si rompiera la «cuarta pared». No es para todos los gustos, pero a los fanáticos de los superhéroes y sus variantes, debería encantarles.
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