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Columna de Nicolás Copano: Manual básico para sobrevivir en Chile

Estas son las instrucciones básicas para sobrevivir en Chile. Me parece interesante escribirlas, porque amo mi país, pero muchas veces me costó entender por qué era como era. Por qué sus injusticias. Por qué carece de respuestas.

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Muchos extranjeros llegan llenos de dudas de cómo entender la sociedad chilena: nunca en el mundo se vio una masa de gente tan clasista, racista y cínica en circulación. Tan aldeano y tan alejado de ciertas lógicas propias de la civilización occidental y el progreso, el chileno aguanta y tolera cualquier tipo de manifestación injusta con devoción casi santa.

“No va a pasar nada” es el mantra mientras todos los días lo duermen las programaciones televisivas (cada año más malas, se hace un esfuerzo presupuesto extraordinario en empeorar y precarizar el pensamiento de las personas) y es tan tonto todo que uno podría pensar que es un plan, pero sorpresa: no lo es.

Por eso siempre tenga en cuenta:

El chileno es incapaz de correr un riesgo. Piense que entre 2 a 3 años se le cae todo encima por un terremoto, tsunami, inundación o cualquier fenómeno climatológico, por tanto la construcción a largo plazo está complementamente descartada. Es una especie de milagro que haya decidido un grupo humano vivir en un pasillo entre la cordillera y el mar. Algunos sostienen que por eso somos tan ordenaditos: porque si no, nos caemos.

Esta manifestación se expresa en la manera en que los empresarios invierten (sin innovación) o la lógica de nuestras relaciones sociales: sin riesgo alguno. Tratamos de vivir en islas y nos etiquetamos sin darnos cuenta para mantener “cierto orden” porque si no, nos “desviamos”.

Con el chileno no se hacen negocios a largo plazo: se buscan filones. Es un gran pueblo minero: si puede sacar plata en grande de una, la hará en un tono extractivo y agresivo. Sin mediar minutaje. Sin darse cuenta del error que puede cometer (porque cada mina deja un relave que en algún momento le puede caer encima a un pueblo), no piensa en el futuro.

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El chileno, por desgracia, tiende a tener mucho miedo. Porque vivir durante muchos años en lógicas de inquilinaje es terrible. Cada cierto tiempo se la imponen. Los que tienen poder saben el truco y lo aplican como un shock cada cierto tiempo.

El chileno grita y se enoja demasiado, pero ejecuta poco. Es que mañana es un día más cerca del sábado. La poca acción se traduce en incapacidad de poder generar respuestas intelectuales y de resistencia. Porque sin preguntas no se puede desarrollar ninguna contracultura. Lo más parecido siempre es la oscuridad de un montón de respuestas de izquierda vieja.

El chileno es intrínsicamente un enemigo de todo tipo de liderazgo. Le molesta “el alumbramiento”, que es una extraña manifestación de no poder ser capaces de dejar de mirar algo con millones de alternativas para no observarlo. Se concentra en lo que existe y se nota porque le gustaría estar ahí. Durante un momento, con un poco de atención.

Porque todos los días va y pasa por montones de personas en el transporte público sin notarse. Y los que se notan parecen sobrevivir. Pero no: viven igual que los otros porque aquí nadie se hace millonario desde la celebridad. Digamos la verdad: los impulsos que vuelven populares a la gente en Chile son más vinculados con la superficialidad que con lo célebre de un acto extraordinario y valioso para la construcción.

Por eso escaparon la Mistral y Neruda de su país. Siempre pesado con los que hacen cosas. Siempre dudoso. Siempre lleno de personas que arruinan lo lindo: las redes sociales están llenas de seres abúlicos y algo pasados de listos, sin mérito.

No hay voces en los medios de comunicación: sólo está lleno de graciosos de turno (siempre incapaces de desarrollar una crítica y muy dispuestos a ir a cualquier fiesta) y periodistas de rock que siempre hablan como si estuvieran en una misa vaticana.
Eso es: nada más. No está pasando nada.

El único cambio que podría modificar al chileno es un proceso cultural y educativo. Algo se acerca con los movimientos estudiantiles y sus positivos resultados (con mucha gente entrando a la gratuidad), pero…

¿Han visto algún acto público de agradecimiento a los líderes y la comunidad por sus sacrificios por eso? No. Sólo hay críticas porque “no están todos”. De un momento a otro.

Así es la copia feliz del Edén.

Las opiniones expresadas aquí no son responsabilidad de Publimetro

 

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