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El lunes, cerca de 50 civiles, entre ellos varios niños, murieron por los bombardeos contra hospitales y escuelas en las provincias de Idlib y Alepo, en el norte del país, según la ONU. Un ataque condenado por la Unión Europea, Francia y Estados Unidos y que una ONG atribuye a Rusia.
Sin embargo, Moscú lo niega rotundamente y el portavoz del Kremlin Dmitri Peskov dijo este martes que se trata de «acusaciones infundadas».
Las grandes potencias, cada vez más implicadas en el conflicto en el que apoyan al régimen o a la oposición, acordaron el viernes un alto el fuego que tendría que entrar en vigor esta semana, así como el acceso de la ayuda humanitaria a las ciudades asediadas.
El emisario de la ONU para Siria intentaba este martes en Damasco salvar un acuerdo de alto el fuego entre el régimen de Bashar al Asad y los grupos rebeldes, pese a la apertura de nuevos frentes con los bombardeos de Turquía contra posiciones kurdas.
El lunes, cerca de 50 civiles, entre ellos varios niños, murieron por los bombardeos contra hospitales y escuelas en las provincias de Idlib y Alepo, en el norte del país, según la ONU. Un ataque condenado por la Unión Europea, Francia y Estados Unidos y que una ONG atribuye a Rusia.
Sin embargo, Moscú lo niega rotundamente y el portavoz del Kremlin Dmitri Peskov dijo este martes que se trata de «acusaciones infundadas».
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Las grandes potencias, cada vez más implicadas en el conflicto en el que apoyan al régimen o a la oposición, acordaron el viernes un alto el fuego que tendría que entrar en vigor esta semana, así como el acceso de la ayuda humanitaria a las ciudades asediadas.
En este contexto cada vez más complejo, el emisario de la ONU para Siria, Staffan de Mistura, se reunió este martes en Damasco con el ministro de Exteriores, Walid Mouallem. «Hemos hablado en particular del acceso de la ayuda humanitaria a todas las regiones asediadas, no solo por el Gobierno, sino también por la oposición y el grupo Estado Islámico», dijo Mistura, que anunció nuevas reuniones durante la jornada.
Auspiciadas por la ONU, las negociaciones de paz con representes del régimen y la oposición empezaron a principios de febrero en Ginebra, pero fueron suspendidas a los pocos días y Mistura espera reanudarlas el próximo día 25.
«Si una organización terrorista rechaza la tregua ¿quién le pedirá cuentas? En la práctica, hablar [de tregua] es difícil», dijo el lunes presidente Asad, que califica de «terroristas» a todos sus enemigos.
El 1 de febrero, el régimen lanzó una gran ofensiva en la provincia de Alepo, según Asad, para cortar las vías de suministro desde Turquía a los rebeldes que controlan varios barrios de la ciudad del mismo nombre.
Si lo consigue, el este de la ciudad quedaría aislada con miles de personas dentro. La ofensiva ya ha llevado a miles de civiles a huir de la zona y están refugiados en la frontera turca, que por el momento sigue cerrada.
Preocupada por el avance de las milicias kurdas en Siria, Turquía seguía este martes por cuarto día consecutivo con sus ataques de artillería contra posiciones kurdas en el norte de Alepo.
De madrugada la artillería turca bombardeó la ciudad de Tall Rifaat, un bastión rebelde ahora en manos de los kurdos, indicó el Observatorio Sirio de los Derechos Humanos (OSDH).
Las Unidades de Protección del Pueblo (YPG), las milicias kurdas en Siria, siguen avanzando en la provincia de Alepo aprovechando la debilidad de los rebeldes frente a la ofensiva del régimen.
Estados Unidos, muy implicado en el conflicto porque lidera la coalición contra los yihadistas del Estado Islámico (EI), pidió el lunes a Rusia y Turquía que eviten una escalada.
Rusia denuncia «acciones agresivas» de Turquía en Siria y le acusa de «apoyo directo al terrorismo internacional».
El primer ministro turco, Ahmet Davutoglu, respondió acusando a Rusia de bombardeos «bárbaros» y «cobardes» y advirtió de que si continua, habrá «una respuesta extremamente decidida».
Desde que empezó la guerra en Siria, en 2011, han muerto más de 260.000 personas y millones de sirios han huido del país.
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