El gobierno del presidente Evo Morales recibió un balde de agua fría. Cometió lo que en el deporte llaman un error no forzado. Vale decir, asumió el riesgo de un revés político de proporciones sin necesidad de hacerlo.
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Luego de haber propuesto una Constitución que limitaba la gestión presidencial a dos mandatos, buscó modificarla. El oficialista Movimiento al Socialismo (MAS) argumentó que era necesario gobernar más allá del 2019, cuando concluye el actual período, para consolidar los avances de su proyecto. De más está decir que los horizontes de los cambios suelen ser infinitos en el tiempo. De allí que se prefiera hablar de metas antes que de plazos.
El referéndum del domingo rechazó la intención de apernarse por parte de los actuales conductores políticos bolivianos. Ello, sin embargo, no significa un rechazo a sus políticas. Éstas podrían seguir vigentes si el MAS gana las próximas elecciones presidenciales.
Los que mayoritariamente votaron por el NO al cambio constitucional no representan un ideario homogéneo. Están los disconformes con la gestión de La Paz. Es llamativa la división entre el altiplano aymara y los departamentos llamados de la media luna, entre los que destacan Santa Cruz, Pando y Beni.
Tarija tuvo también un alto porcentaje del NO. Bolivia se define como un “estado plurinacional”, conformado por numerosos pueblos nativos. Pero hay quienes consideran que hay un pueblo, el aymara, que tiene más beneficios que otros. Una serie de escándalos de corrupción en el oficialismo motivó que muchos distinguieran señales de alerta ante la consolidación de trenzas de poder. Era la oportunidad perfecta para enviar una advertencia. Es sabido que el poder corrompe y el poder absoluto corrompe absolutamente.
Con gran espíritu cívico, con 85 por ciento de participación electoral, los bolivianos dieron su veredicto. Algunos inscriben este resultado en lo que estiman es un cambio de tendencias políticas en toda la región. Se señala la victoria de Mauricio Macri en Argentina, la derrota del chavismo en las últimas elecciones parlamentarias, así como las dificultades del gobierno de Dilma Roussef en Brasil.
La situación de Bolivia difiere de los países mencionados. La legitimidad del núcleo gobernante sigue vigente respaldada por una sólida gestión económica. Morales ha designado a David Choquehuanca, su canciller, para que asuma la continuidad del proceso una vez que concluya su mandato. Choquehuanca es uno de los pilares del MAS y tiene un gran ascendiente entre la población indígena, lo que asegura la afirmación de las políticas indianistas. Como dijo resignadamente Morales: hemos perdido una batalla pero no la guerra.
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La bonanza boliviana
A lo largo de la última década con Evo Morales a la cabeza Bolivia ha tenido un crecimiento económico sostenido de cinco por ciento anual. Su producto interno bruto pasó de 9 mil millones de dólares a más de 30 mil millones en nueve años. Pero lo más importante ha sido una distribución de esta riqueza en pensiones y becas escolares. Además de una notable modernización y ampliación de la infraestructura del país.
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