Opinión

Columna de Economía para todos: “La envidia”

Chile es el país más desigual de la Ocde. Los datos no dan suficiente margen para dobles lecturas. Con un coeficiente de Gini de 0,5 superamos ampliamente el 0,32 promedio del grupo de países desarrollados o en vías de, liderando en inequidad de distribución de las riquezas. A su vez, en nuestro país, la diferencia de ingreso entre el 10% más rico y el 10% más pobre es de 26,5 veces, muy superior al 9,5 veces promedio que reporta el grupo.

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A pesar del notable crecimiento económico, Chile se posiciona como la cuarta nación con mayor porcentaje de pobres e indigentes dentro del grupo: un 17,8% de la población. Así no sorprende evidenciar que en nuestro país el 58% de los ocupados ostente salarios inferiores a los $364 mil pesos mensuales, mientras que tan sólo un 8% de los trabajadores logra $1 millón de pesos. Realidad que encuentra total asidero al constatar que sólo el 24% de los ocupados logró acceso a educación superior. Este sombrío panorama podría explicar que actualmente las jubilaciones promedio de los trabajadores sean de 7,9 UF mensuales, poco menos de $200 mil.

Desde la vuelta a la democracia, los gobiernos de turno han intentado tímidamente fomentar políticas económicas y sociales en pos de soslayar esta nociva realidad, muchas veces incurriendo en el pecado natural del asistencialismo. Tras la creciente conciencia y reflexión manifestada por diversos sectores de la sociedad, ha sido el gobierno en vigencia el más audaz al plantear históricas reformas estructurales.

 

Gratuidad de la educación, financiada a partir de mayores tasas de impuestos a las utilidades de las empresas, una reforma que adolece notorios y preocupantes errores de diseño, implementación y proyección, pero que fervientemente representan una genuina voluntad de reconstruir un país distinto.

Al respecto, se han erigido minorías de personas e instituciones decididas a condenar cualquier intento de desestabilizar la actual distribución de riquezas y oportunidades. Una minoría decidida a proteger todo lo que actualmente les pertenece. Así, careciendo de evidencias empíricas, apelan a la filosofía y los personalismos para desestimar a quienes buscamos reformas, acusándonos de estar motivados por una perversa envidia hacia sus riquezas. No faltarán aquellos, pero existen motivaciones más nobles y justas.

Los defensores acérrimos del «status quo» optaron por olvidar que una economía de libre mercado se cimenta, fortalece y perfecciona al fomentar una sociedad meritócrata y competitiva. Precisamente por esto citan a la ex Unión Soviética, Cuba y Corea del Norte como economías fallidas, dado que en ellas el Estado es un monopolio que obstruyen la libertad de empresa y no premia a quienes se esfuerzan.

 

Lo que nunca admitirán es que la desigualdad, los bajos salarios, las bajas pensiones y/o el escaso acceso a educación son igual o más perversos que el comunismo, pues la concentración de riquezas conlleva segregación de las oportunidades y ello anula la meritocracia y reduce la competencia en los mercados.

 

Así la convicción de reformas puede que constituya envidia, pero no de riquezas. Más bien es aspirar a un país con equidad de oportunidades y por ende una verdadera economía de mercado. Sí, como el sueño americano, ese al cual inexplicablemente declaran tanta devoción.

 

 

 

 

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Matías Godoy Mercado

Director de Economía para todos – economiatodos.cl

 

 

 

 

 

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