¿A qué apela la palabra pesadilla? Si revisamos los siete cuentos que componen «La pesadilla del mundo» de Simón Soto, nos encontraremos con que el concepto de lo pesadillesco no se agota en una sola idea. Básicamente, hace referencia a un quiebre, un crac que hace que se interrumpa la cadena aparentemente normal de acontecimientos. Pero ese quiebre puede ser cualquier cosa, porque atañe a situaciones particulares: cada uno tiene su propia pesadilla. Por eso en “Felicidad conyugal” esta se torna en el no regreso de la esposa a casa y en “Flores del espacio” en el vértigo de llevar a cabo una acción nueva, casi impensada. Y en “Campanario”, la pesadilla es de corte fantástica y apocalíptica. En estos tres casos pareciera que es el libre albedrío lo que lleva a los personajes a vivir su pesadilla del mundo: un insistir en hacer ciertas cosas. Como en “La Hoguera” cuando el protagonista decide abandonar su rutina de leer el diario y ver televisión por trabajar un terreno inmenso que ha recibido en herencia.
PUBLICIDAD
A veces, la pesadilla nos persigue y nos saca de nuestro escondite. En el último relato, llamado también “La pesadilla del mundo”, Maximiliano Rozas está huyendo del mundo. Ya no está casado, se ha retirado del ejército y se ha refugiado en un poblado costero de la III Región, donde se dedica a tomar y fumar. Hasta que poco a poco va saliendo de sí mismo, enfrentándose a su temor ancestral: un océano gelatinoso que lo absorbe. Cuando abraza su pesadilla, el ejército lo llama a una nueva: quieren que encuentre a un antiguo amigo y compañero de armas: Fernando Cáceres. Ocurrido el golpe de Estado, Cáceres encabezó una misión para buscar revolucionarios en el sur de Chile. Con el tiempo perdió contacto, convirtiéndose en el líder de un grupo que solo le responde a Cáceres, que a punta de mutilaciones y asesinatos, ha ido consolidándose en los mares del sur. “Se habían transformado en bestias”, nos dice el relato. ¿La soledad, la búsqueda de independencia, el libre albedrío? A los fanáticos de Coppola les sonará la historia, que se cuelga, dialoga y transforma Apocalipsis ahora. Soto cambia la asfixiante y exuberante selva por un sur frío y marcado por la inmensidad del mar. Rozas, quien relata la historia, dice: “A veces tengo miedo de quedarme anclado para siempre en el mar austral. Imagino que la tierra desaparece, y que los navegantes estaremos condenados a vagar en alta mar, perdidos hasta que nos llegue la muerte y nuestros huesos no puedan nunca reencontrarse con la tierra” (146).
Cuando Rozas finalmente se enfrenta a Cáceres, este le dice: “Teníamos que entrar en la pesadilla” (164). Su personaje espejo en Apocalipsis ahora, Kurtz, dice en cambio “El horror, el horror”. Las mismas palabras que pronunciaba el Kurtz original antes de morir en la novela “El corazón de las tinieblas” de Joseph Conrad. ¿Es entrar en la pesadilla entrar en el horror? ¿Dejarse llevar por el horror? ¿Es la pesadilla algo que llevamos dentro y que puede estallar en cualquier momento? Ciertamente, después de las pesadillas que viven los personajes de los relatos de Soto, no hay vuelta atrás; todo ha cambiado para siempre. Trátese de la nueva vida familiar a la que hay que acostumbrarse, al fin del mundo o a la presencia de una violencia desatada. No todos los cuentos exhiben el mismo nivel, sin embargo. El ya citado “Las flores del espacio” parece un tanto difuso frente a la construcción de mundo cuidada y precisa que Soto realiza en los otros relatos. La construcción de las voces, en general, es un acierto. A veces hay testigos que se dedican a narrarnos las historias, como en “Felicidad conyugal” en que la cuñada toma el relato en sus manos; o esa voz pusilánime de “Matar a los niños”, siempre mirando, pero sin atreverse a actuar. En “Madre”, el cuento que abre el libro, en cambio, Soto opta por una narración en segunda persona, que nos hace conectarnos con el esquema televisivo que se plantea en el cuento. En general, un volumen que captura al explorar el horror y la pesadilla, al introducirse en el centro de la oscuridad, ya sea a través del relato de los mismos protagonistas que son absorbidos por el mar incierto de sus temores profundos o por los testigos de esos horrores, a veces cotidianos, a veces fuera de este mundo.
Columnas y reseñas de libros en http://buenobonitoyletrado.com/
Soto, Simón. La pesadilla del mundo. Santiago: Montacerdos Ediciones, 2015.
PUB/CM