Este domingo celebramos Domingo de Ramos, inicio de la Semana Santa que culmina con el Domingo de Pascua. Domingo de Ramos es de las fiestas religiosas más queridas. Quizá usted mismo, sin ser tan asiduo a las ceremonias religiosas, se acerque este domingo a su iglesia o capilla, para celebrar esta hermosa fiesta. Recibimos un ramo, de olivo o palma, con el que alabamos a Jesús que entra a Jerusalén. Preludio alegre de una historia triste, como será su condena y muerte. Pero, a diferencia de otras tragedias, tiene un final feliz. Jesús vence a la muerte, resucita, y con eso despeja todas las dudas e incertidumbres. Sí, Él es el Mesías, el Señor. No hay que esperar más. Jesús resucitó.
PUBLICIDAD
Pero no adelantemos materia. Ahora nos adentramos en esa semana clave, cuya historia ha formateado el espacio cultural occidental. La fe en Jesús empapa y traspasa todo. Incluso quienes no creen en Él, se ven influidos de una u otra forma por su persona e historia. Y en buena hora. En Él comienza la verdadera libertad, fraternidad, tolerancia y paz. Sin Cristo, no hay libertad. Basta dar una mirada al resto del mundo para darse cuenta que la falta del Dios manifestado en Cristo desemboca en una falta de libertad.
Se está discutiendo el proyecto de ley para despenalizar el aborto -aprobado en la Cámara de Diputados ahora va al Senado-. La discusión ha sido ardua, donde en realidad no lo debería ser. La verdad es cristalina. Hay vida humana desde el momento de la concepción y ésta, es intocable. Lo bueno de la discusión es que de un tiempo a esta parte estamos hablando de «alguien» y no de «algo». Hablamos de persona humana. Otra cosa es que le queramos negar el derecho a nacer. Triste y lamentable.
Cualquiera sea el resultado de la votación ahora en el Senado, quienes creemos en la vida desde su concepción debemos aumentar los esfuerzos por salvarla. Por muy penalizado que esté ese crimen -que lo seguirá siendo, con o sin despenalización de los tres casos- no se debe «bajar la guardia» en la defensa de la vida. Eso implicará más recursos, dinero, apoyo real y concreto a las madres embarazadas, especialmente a las que pasan por una situación compleja.
De poco sirven las buenas intenciones y arengas a favor de la vida, o penalizar más drásticamente el aborto, si no se apoya decididamente al niño que está por nacer. Y eso pasa por mejorar las condiciones laborales de las mujeres, pagar mejores sueldos, mejorar apoyos a pre y postparto; prevenir posibles conductas ilícitas en este campo. En dos palabras, hacer de la posible despenalización «letra muerta». Que ninguna mujer pueda excusarse y alegar que debe abortar, ya que ha contado con todo el apoyo imaginable. Si hay una sociedad generosa -metiéndose la mano al bolsillo, no con palabras bonitas y candorosas a favor de la vida- que apoya a estas mujeres, desaparece el fantasma del aborto.
¡Un bendecido Domingo de Ramos y Semana Santa!
Las opiniones expresadas aquí no son responsabilidad de Publimetro