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Columna de Lily Pérez: Centralismo exportado a regiones

La verdad es que decepciona presenciar cómo el centralismo en nuestro país es tan fuerte que incluso, como modelo, se exporta a regiones. Así es. Dentro de las regiones, existe centralismo.

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Tal es el caso de la Región de Valparaíso, a la cual represento. Las provincias de San Felipe y Los Andes, a pesar de su tamaño geográfico, sus particularidades propias que las hacen distintas a cualquier otro lugar de nuestro país y su no menor población (130.000 habitantes entre ambas), no cuentan con algo tan simple y básico como una Corte de Apelaciones propia, siendo la de Valparaíso (a 130 kilómetros) la más cercana para los miles de habitantes de las comunas.

Sí, tal cual. Lo que en campaña presidencial asomaba como la nueva “Región del Aconcagua” no cuenta con estos tribunales ordinarios. Es decir, si usted pretende llevar algo a la justicia en esta zona, vaya, por el momento, cotizando pasajes a la costa.

No me quiero mal expresar. Acá no pretendo culpar al gobierno de turno, ya que han sido todos los gobiernos, en forma histórica, los que han cooperado para que la centralización se exporte a regiones. Dejar de lado las necesidades básicas de las provincias de nuestro país no es más que darles poder a sus capitales regionales, las cuales, por lo demás, son las que cuentan con línea directa con la capital nacional, haciendo que el centralismo regional no sólo sea deseable, sino que se dé casi de forma automática.

Ha sido una lucha incansable intentar formar una sala del poder judicial en el Aconcagua, por lo que escuchar que la negativa a hacerlo sea la posible “recarga” laboral de la corte, es irritante. La “flojera” que demuestran algunos jueces de la Corte de Apelaciones de Valparaíso no coincide con la impecable labor que se realiza en otros lados, donde sí ha habido esfuerzos para extender la cobertura del poder judicial a todos sus habitantes.

Me he reunido y he presentado antecedentes a la ministra de Justicia y al ex presidente de la Corte Suprema quienes estuvieron de acuerdo no sólo en el diagnóstico que les entregué, sino que en que la solución era inequívoca. Sostuve por lo tanto una reunión con la presidenta de la Corte de Apelaciones de Valparaíso, pero la resolución por parte de este organismo fue negativa, aludiendo a la imposibilidad de crear esta Corte debido a una sobrecarga laboral.

Por el momento, es lamentable, penoso y genera una tremenda impotencia decirlo, pero no hay justicia en el Aconcagua. Nadie puede decir que el poder judicial está haciendo su pega allá si la gente tiene que viajar desde la cordillera a la costa para recibir justicia. A menos que se recojan las solicitudes, gestiones y presentaciones que he estado haciendo hasta el día de hoy, el futuro de la algún día prometida “Región del Aconcagua” están determinadas por lo que pueda hacer la capital regional, a 130 kilómetros de distancia.

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