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Columna de Raúl Sohr: Bruselas y el terrorismo yihadista

La capital belga fue víctima de un atentado catastrofista. Un ataque terrorista destinado a causar el máximo de bajas posible. Fue una operación suicida con los clásicos cinturones con explosivos para la autoinmolación. El golpe fue asestado no en los campos de batalla en Siria o Irak sino que en el corazón del territorio enemigo. El mero sello del yihadismo del Estado Islámico (EI) estaba a la vista aun antes que reivindicaran su mortífera acción.

El EI es bastante parco en sus declaraciones, pero no por ello menos contundente. No en vano proviene de la región que aportó al mundo la expresión “ojo por ojo, diente por diente”.

En su declaración reclamando la autoría de la matanza, el EI advierte: “Lo que os espera será más duro y amargo,  Alá mediante”. En octubre del año pasado el EI derribó un avión ruso sobre la península del Sinaí, en Egipto,  ocasionando 224 muertos. Entonces los yihadistas declararon: “Ustedes deben saber, rusos y aliados, que no tendrán seguridad alguna en tierras musulmanas… La muerte diaria de inocentes en Siria a causa de vuestros bombardeos les acarreará desastres… Así como ustedes matan , ustedes morirán”. Esas son las reglas del juego de los yihadistas y, como se ha visto,  conviene tomarlas en serio.

 Varios países europeos y occidentales participan en la lucha contra el EI con bastante más fuerza que Bélgica. ¿Por qué entonces es el epicentro de la actividad yihadista en Europa? Una razón es que es el país con el mayor número per cápita  de militantes islámicos que han partido a foguearse  en Siria e Irak. Unos 440 yihadistas han salido desde Bélgica, lo que arroja un promedio de 40 militantes por cada millón de belgas. Le siguen Dinamarca, con 27 por cada millón de habitantes; 19 en Suecia, y Francia 18.

El EI y la comunidad internacional hablan lenguajes distintos y no se dan por enterados de sus respectivos mensajes. Tras los atentados en París, en noviembre del año pasado, Francia envió un potente destacamento aéreo para multiplicar los bombardeos. Esto no ha inhibido a los yihadistas que, a su vez, han replicado en Bruselas. Las agresiones continuarán de lado y lado.

En todo caso, una de las incógnitas en los ataques del EI es la elección de los blancos. ¿Por qué los cafés en París y el teatro Bataclan? Lo mismo en Bruselas, ¿por qué una estación de Metro y el aeropuerto? Los interrogatorios a yihadistas muestran que no hay criterios políticos. Las consideraciones son operativas: una buena concentración de personas para asegurar la matanza y la facilidad de acceso. Esto dificulta saber dónde asestarán el próximo golpe.  

Los servicios de inteligencia frustrados
Las agencias de inteligencia occidentales estaban sobre la pista de los autores de los atentados de París. A partir de esos ataques recogieron vasta información. Sabían que algo se tramaba en Bruselas y corrían contra el tiempo. Los yihadistas tenían claro que les pisaban los talones y al parecer fue lo que precipitó  los últimos bombazos. Para las policías, uno de los mayores dilemas es cuándo intervenir. Hay situaciones en que  esperar a tener pruebas irrefutables puede resultar fatal. Pero a la vez, precipitarse puede ser muy contraproducente. Por ello la confianza de la población en los espías y policías es clave para su éxito.

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